En el teatro de la Abadía se está representando Incendios, del libanés Wajdi Mouawad. Vivió en su Beirut natal hasta los ocho años. Allí, al comienzo de la guerra civil libanesa, vio cómo un autobús repleto de refugiados palestinos era acribillado por las milicias cristianas. Sus padres emigraron a París. Seis años después tuvieron que abandonar Francia. En Montreal, él y su familia corrieron mejor suerte. "En el exilio, tuve que buscarme algo con lo que recrear el espacio de felicidad de mi infancia, algo que volviera a ponerme en relación con la naturaleza", dice. Y ese algo fue el teatro. Empezó a dirigir, a actuar y a escribir.
En 2009 presentó en el festival de Avignon la columna vertebral de su trabajo: Littoral, Incendies y Fôrets, trilogía de once horas de duración, representada de sol a sol por actores canadienses y franceses, culminando con el estreno de Ciels, broche de lo que ya es una tetralogía, y estreno absoluto en Aviñón.
Incendios se presentó en Madrid, creo que en 2008, dirigida por el autor, y ha contado con alguna otra representación. También hubo un montaje en Barcelona en 2014. Y una película dirigida por Dennis Villeneuve que es lo que yo había visto. Por los comentarios y la película esperaba con expectación este montaje de Mario Gas con Nuria Espert, Ramón Barea y Laia Marull al frente.
Ha respondido a lo esperado.
Tras permanecer en un silencio hermético durante cinco años, fallece Nawal.
En su testamento, deja un mandato a sus hijos gemelos: han de buscar a su padre, al que creían muerto, y a un hermano cuya existencia ignoraban, y entregarles un sobre cerrado a cada uno. Los chicos no están por la labor, pero el deseo de desvelar su origen acabará por llevarles de regreso a su país natal, que no se nombra pero se intuye. Incendies cruza tres historias entroncadas: la de Nawal, desde que se quedó embarazada, con 15 años, hasta su muerte; la historia de ese primer hijo, de quien la separaron nada más nacer y a quien buscó durante toda su vida, y la historia de la nueva búsqueda, emprendida por sus gemelos. Pero con ser emocionante lo que Mouawad cuenta, lo que también importa es cómo lo cuenta: sin un tiempo muerto, sin un oscuro, solapando escenas. Los protagonistas de una escena comparten espacio con los de la siguiente, en una especie de encadenado cinematográfico.
La obra nos remite a la tragedia clásica. Y como en ella, cuenta con algunas casualidades y excesos. Nawal es la mujer de cualquier país en guerra, humillada, violada e inseminada por el enemigo. Un texto lleno de crueldad, de belleza poética. Monólogos y diálogos conmovedores e intensos.
Nawal es Nuria Espert y Laia Marull. Una Nuria Espert a la que en esta ocasión he visto menos diva que en las últimas ocasiones, entregada al papel. Laia Marull, que no me había terminado de gustar hace unos años como Hedda Gabler, aquí confirma su calidad que ya conocía de películas como Te doy mis ojos o Pa negre. Junto a ellas destaca otro veterano, Ramón Barea, que interpreta varios personajes. A otro nivel, pero siempre correctos, actores conocidos por series de TV, cine o teatro: Carlota Olcina (Amar en tiempos revueltos y Seis hermanas), Alex García (La novia), Alberto Iglesias (El largo viaje del dia hacia la noche), Edu Soto (Cabaret) y Lucía Barrado (La que se avecina, Carlos emperador) quizá la que mas me gustó en un personaje secundario pero conmovedor.
Por lo que sé, la puesta en escena de Mario Gas sigue la del autor. Me pareció muy adecuada, utilizando proyecciones que, en algunos momentos, complementan la narración.
La escena final es digna de la mejor tragedia clásica. El notario Hermile Lebel comienza a tender una lona traslúcida para resguardarse de una lluvia repentina y persistente, y los demás personajes se van poniendo a su lado, uno a uno. Excepto el moralmente monstruoso Nihad. Por un instante eterno, ese grupo compacto queda como congelado. Nihad, fuera de la lona, gira la cabeza hacia ellos, se les acerca, y se pone también a cubierto. En esa imagen fija y muda del grupo bajo la lluvia cristalizan las palabras póstumas de Nawal, pronunciadas por el notario al inicio del espectáculo: "Ahora que estamos juntos, todo va mejor". Emocionante y conmovedor.
La verdad es que la obra da para escribir mucho más sobre ella. A mi modo de ver, podría acortarse un poco (dura tres horas), pero es de lo mejor que he visto en bastante tiempo.
Las entradas están agotadas para todas las funciones, pero la obra volverá en junio. Un consejo, No os la perdáis.
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