Dirigida por Rodrigo Sorogoyen, un realizador que llamó la atención con 8 citas (2008, codirigida con Peris Romano) y sobre todo con Stockholm (2013), una película modesta, que obtuvo varios premios y nominaciones (Festival de Málaga, Premios Feroz y Goya). También ha trabajado en varias series de TV. Con Que Dios nos perdone ha ascendido de categoría ya que se trata de una película donde se nota que ha contado con un buen presupuesto y ha sabido aprovecharlo.
Que Dios nos perdone se desarrolla en Madrid, en agosto de 2011. Las calles de la capital están invadidas por el millón de peregrinos que han acudido a ver al Papa Benedicto XVI. En este escenario, alguien está asesinando a mujeres mayores que viven solas.
Los encargados de investigar el caso son dos policias un tanto especiales: Velarde (Antonio de la Torre) y Alfaro (Roberto Álamo). Dos policias, especialmente el segundo, con los que no te gustaría encontrarte. Los dos deberán atrapar a este asesino en serie, y hacerlo de manera discreta, mientras resuelven sus problemas personales, tanto profesionales como familiares.
Una muy notable película de acción, bien contada. Es cierto que no profundiza en los problemas personales que han llevado a los personajes a su situación actual pero una vez iniciada la trama todo se desarrolla de acuerdo a como nos ha sido presentado. Durante los primeros tres cuartos de la película seguimos la investigación de la policía para, en el último cuarto, introducirnos en el mundo del asesino en un giro bastante atractivo. Y un cuerpo de policía que no sale muy bien parado.
No hay originalidad en la trama ni en el desarrollo. Hemos visto historias y ambientes similares en muchas otras ocasiones, pero sí hay una narración ágil, muy correcta y, sobre todo, dos protagonistas de excepción. Antonio de la Torre nos ofrece nuevamente un personaje atormentado en la línea que recuerda a su Canibal (2013, Manuel Martín Cuenca). Roberto Álamo vuelve a mostrar su gran categoría como actor en un personaje hiperviolento y desagradable que recuerda a su papel en Lluvia constante (teatro). Los dos están espléndidos pero corren el peligro de encasillarse en este tipo de personajes. Y mención para Javier Pereira.
Una muy buena película de acción. Una más en ese cine español que parece que hubiera encontrado en este tipo de historias un género propio. Recordemos, sin ánimo de exhaustividad, títulos como Grupo 7, El desconocido, El niño, Celda 211, La caja 507, No habrá paz para los malvados, El hombre de las mil caras y Tarde para la ira o La isla mínima.
Por cierto que el título viene dado por un fado de Amalia Rodrigues. El personaje de Antonio de la Torre tiene una colección de fados impresionante
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