miércoles, 30 de octubre de 2019

Cine: LO QUE ARDE


El año pasado una película a caballo entre el documental y la ficción, Entre dos aguas, dirigida por Isaki Lacuesta, ganó el festival de  San Sebastián y estuvo entre las elegidas como mejores del año. Aunque no es de mis favoritas, no cabe duda de su calidad, una película viva. Este año podemos ver otra película que se mueve por derroteros similares. Se trata de Lo que arde. Está dirigida por el hijo de padres gallegos nacido en París, Oliver Laxe y ganó el premio del Jurado en la sección Un certain regard del Festival de Cannes, un Festival especialmente grato para este director ya que sus dos anteriores películas (Todos sois capitanes y Mimosas) también fueron galardonadas.



Amador sale de la cárcel tras cumplir condena por haber provocado un incendio. Regresa a su casa, una aldea perdida de las montañas lucenses, donde volverá a convivir con su madre, Benedicta, su perra Luna y sus tres vacas. Sus vidas transcurren al ritmo sosegado de la naturaleza, hasta que todo cambia cuando un fuego violento arrasa la zona.

La película es un documento sobre la vida en el entorno rural, sobre la naturaleza acosada por el hombre en un reducto de la Galicia más profunda. Desde las imágenes iniciales, un espectral avance de un "bulldozer" (no sé si excavadora sería mas correcto) derribando arboles que vemos caer como fichas de dominó hasta un incendio que aniquila parte del monte, todo lo que vemos es la presencia del hombre, la acción real del ser humano en la naturaleza. Una acción que pasa por el intento de construir una casa rural en la aldea para atraer el turismo a la zona. "Galicia calidade". Una mirada poética a las tradiciones, a los valores perdidos, a la tierra maltratada.

En ese mundo tan particular, Oliver Laxe introduce a su protagonista, Amador,  un hombre soltero del campo, que tras volver de la cárcel vive encerrado, voluntariamente marginado con su madre y sus animales, con una idea que le acosará: quien es condenado por un crimen es sospechoso de los siguientes.

Todo está contado con lirismo y con unas excelentes y arriesgadas imágenes, rodadas por Mauro Herce. Tuvieron que formarse para acompañar a los bomberos en la filmación y esperar que el campo ardiera. 

Dice su director que se evoca la idea de que los incendios son consecuencia de la fe que hemos tenido en el mito del progreso, este tiempo tan histérico que ha hecho que se abandone el cuidado del entorno rural. Tiene un aire crepuscular, habla de un mundo que se acaba. Aunque, eso sí, sus habitantes resisten ante esa histeria que les rodea. Siguen ahí con sus hábitos y valores milenarios, sus
casas, sus vacas, sus perros viejos, sintiéndose bien sintiéndose pequeños 
frente a esa naturaleza que los acoge.

Distinta y hermosa película.



viernes, 25 de octubre de 2019

Cine: JOKER


Nunca me han interesado las películas e historias de "superhéroes", por lo tanto no suelo ver películas sobre Batman, Superman, Ironman, Spiderman y similares, aunque mientras mi hijo no podía ir al cine solo, algunas de ellas no tuve más remedio que acompañarle. Aunque también tengo que decir que en algunos casos se trata de producciones muy notables, pero cuya historia, en general, no me interesa nada. Sobre Batman, recuerdo haber visto las dos primeras  dirigidas por Christopher Nolan, (Batman begins y El caballero oscuro) aunque la primera de ellas en TV. Al margen de mi poca simpatía por Nolan y por el personaje, reconozco que en El caballero oscuro me pareció interesante la confrontación entre Batman y Joker como dos caras de la misma moneda y también la interpretación que del segundo hacía Heath Ledger.

Ahora alguien ha decidido que si existió un Batman begins, tambien puede existir un "Joker begins" y podemos ver este Joker, dirigido por Todd Phillips que escribió el guion en colaboración. Se trata de narrarnos los orígenes de este personaje de comic, algo que, al parecer no se había hecho antes. Para eso ha decidido que Joker es un enfermo mental despreciado y acosado que acaba  convertido en asesino y nos ha contado su historia. Aunque en el fondo no creo que se trate más que de la eterna lucha por dominar la taquilla.

La película fue presentada en el Festival de Venecia y, sorprendentemente dado su tema y que el jurado lo presidía Lucrecia Martel (cuyo cine se sitúa a años luz de este tipo de cine), ganó el León de oro.



Arthur Fleck (Joaquin Phoenix) vive en Gotham con su madre, y su única motivación en la vida es hacer reír a la gente. Es  un hombre con graves problemas psiquiátricos.  Su gran sueño es actuar como cómico delante del público, pero una serie de acontecimientos le hará ir incrementando su ira contra una sociedad que le ignora o desprecia lo que le llevará a convertirse en Joker, el gran rival de Batman.

La película es espectacular, un derroche puesto al servicio de la interpretación de Joaquín Phoenix, un actor siempre propicio a los excesos que en esta parece encontrarse muy a gusto. Junto a él, en un papel bastante episódico, otro actor un poco a su estilo, Robert de Niro, aunque aquí en un personaje de presentador de TV un tanto histriónico pero no comparable. Juntos protagonizan algunos de los mejores momentos de la película.

El problema de la película, en mi opinión, reside en su guion, en su forma de contar la historia. Por dos motivos, está llena de cosas poco razonables o inverosímiles y existe un exceso de flashback y explicaciones innecesarias.  Hay bastantes cosas en ese sentido, bastante claras, pero no quiero destripar la película. Y algunos momentos donde para enlazar con la historia de Batman se se crean o fuerzan situaciones. Me parece mas interesante como historia de un pobre hombre con una enfermedad mental que se convierte en un asesino psicópata que como la génesis del que acabará siendo rival de Batman. 

Por otra parte la película te engancha y se sigue con interés. Joaquin Phoenix hace una de esas interpretaciones que optan necesariamente a los premios de este año. Y la creación de un ambiente oscuro, degradado y deprimente está muy conseguida. Como también la gestación de una revuelta cuya violencia  deja pequeña las varias que se han vivido en la realidad de los últimos meses. Aunque sea difícil entender que Joker se convierta en su símbolo.

No voy a entrar en la polémica que existe en algunos medios de si es una incitación a la violencia o si se trata de justificar la violencia personal como reacción a una sociedad que desprecia o rechaza a gente como el protagonista.  Es cine y hay violencia como en tantas otras películas y en la vida real.

Y como va a ser una de las películas del año, hay que verla. 

miércoles, 23 de octubre de 2019

Teatro: MADRE CORAJE Y SUS HIJOS


En su último montaje como director del Centro Dramatico NAcional, función que ha venido ejerciendo desde 2012, Ernesto Caballero nos ofrece una versión de la obra de Bertolt Bretch, Madre Coraje y sus hijos. Bretch es un autor que para Caballero representa una cumbre como dramaturgo, como poeta y como hombre de la escena, hasta declarar que el teatro tal y como ahora lo concebimos no se entiende sin su aportación. 


Brecht evolucionó buscando nuevas formas de expresión en las que el ambiente social fuera el condicionante de la acción y que le ayudara a criticar la moral burguesa; de esta manera junto con diferentes compositores y en especial Kurt Weill utilizó la música de manera no convencional: las agradables melodías de Weill y la letra durísima de Brecht tuvieron el objetivo de sorprender a la audiencia e incitarla a pensar. Todo esto llevó al autor al llamado teatro épico: se unen las historias populares con el planteamiento político. Se fusiona la dialéctica marxista con elementos estético-formales. El teatro épico, tal y como el dramaturgo alemán lo concibió, no tiene ninguna connotación de heroísmo o grandeza. Quería significar que el teatro no fuera excitante, con tensiones y conflictos. Prefería que fuese lento y reflexivo  para dar lugar a la meditación. Del teatro épico son sus mejores obras, entre ellas Madre Coraje y sus hijos, ejemplo de este planteamiento. Fue escrita en 1939, en su exilio en Suecia y estrenada en Zurich en 1941. Brecht la revisó y dirigió en 1949, con música de Paul Dessau.   

Bertolt Brecht escribió la obra en el exilio, siendo observador en la distancia de su país, Alemania, y del auge de Hitler. La obra pretendió ser un aviso a sus contemporáneos del peligro del nazismo y de la inminencia de una gran guerra. Es una obra contra el militarismo, pero sobre todo, contra el lucro de los poderosos en los enfrentamientos bélicos.

Brecht ambientó la trama de la obra en la Guerra de los Treinta Años, en el siglo XVII, cuyo paisaje fue el mismo en el que se desarrollaba, en el momento que se escribió la obra, la invasión de Polonia por el ejército alemán y el inicio de la Segunda Guerra Mundial, auténtico objetivo de sus críticas y denuncias.


 La Guerra, que se inició como un conflicto entre protestantes y católicos, se prolongó hasta 1648 por los diferentes enfrentamientos político-económicos que tuvieron las potencias implicadas que aspiraban conseguir  la hegemonía de Europa. Sumergió a casi toda Europa en años de hambrunas y epidemias; el ejército se formó en gran parte por mercenarios; la disciplina militar apenas existía y los sistemas de avituallamiento eran muy precarios; los soldados arrasaban los campos y las poblaciones y cometían todo tipo de excesos con los habitantes. Era, por tanto, el escenario idóneo para el propósito  de su obra, denunciar los abusos de la guerra especialmente para los menos favorecidos y llamar la atención sobre la codicia del ser humano. 


Ana Fierling, Madre Coraje, es la dueña de un carro de venta ambulante que sigue a las tropas  consiguiendo así hacer negocio. Le ayudan sus tres hijos, Eilif, Caradequeso y Cattrin, que es muda. Ana no quiere que termine la guerra, pues de ella depende el sostenimiento de su pequeño comercio. Eilif y Caradequeso son reclutados y la mujer sigue su periplo con su hija. A medida que transcurren los años de contienda la situación se hace más difícil.

Las distintas versiones o montajes de esta obra acentúan o disminuyen algunas de las lecciones de Brecht: la Coraje es unas veces la hija del pueblo, víctima de la guerra, otras se exalta su condición de madre, algunas la figura equívoca de la especuladora. Esta versión transmite más la idea de una mujer con sentimientos, preocupada por su prole, con momentos de humanidad. Es una mujer dura, pero no codiciosa, una víctima mas de la guerra ante la que no tiene más remedio que resistir para sobrevivir. Contribuye a ello la interpretación de Blanca Portillo, que ve a su personaje como una  "madre coraza", aunque por dentro hay emocionalidad y miedo. Una mujer llena de contradicciones y cinismo. Enseña a sus hijos que la vida es puro sufrimiento. Anna pierde a sus hijos en una guerra que le da de comer, no ha querido –ni podido– abandonar el negocio y paga las consecuencias. Sin embargo, el sistema le obliga a proseguir su actividad mercantil. 

No sé si como consecuencia del respeto a los planteamientos brechtianos o por otras razones, lo que eché de menos en este montaje es emoción. Tan solo el momento de la inmolación de Cattrin me pareció conmovedor. 



El espacio escenográfico diseñado por Paco Azorín me pareció sencillo pero eficaz. Paco Azorín es colaborador habitual de Ernesto Caballero. En esta ocasión, además, se hace cargo de la iluminación de la obra junto al propio director del montaje. Ha concebido un espacio presidido por el carro de la Coraje que ofrece numerosas posibilidades al ser un artefacto transformable.  Ha partido del escenario vacío prolongandolo hacia la sala, con la única finalidad de estar más cerca del espectador. Y para sugerir la guerra han dispuesto sobre el suelo del escenario nueve zonas de rejilla metálica por las que pasa la luz, a modo de trincheras e incluso de tumbas, haciendo alusión a la desolación que deja la guerra tras su paso. Este elemento permite iluminar la escena, no desde los ángulos habituales, sino desde abajo, creando una luz de fuerte carácter expresionista. Lo que no me gustó es una gran pantalla de leds  al fondo del escenario, por la que pasan las acotaciones que el propio Brecht indica en el texto a principio de cada escena. Con este recurso, pretenden crear ese distanciamiento o extrañamiento con el que el autor quiere dificultar la identificación del espectador con los personajes. 



Tampoco el vestuario, de Gabriela Salaverri me convenció aunque va por los derroteros que ahora parecen de moda, una inspiración contemporánea sin remitir directamente a ninguna guerra en concreto, pero que recuerdan demasiado a ejércitos y vestimentas actuales. Cuestión de gustos, pero vería mejor a Anna con una vestimenta más tradicional y "femenina" y menos guerrillera.

Las canciones corresponden a la música compuesta por Paul Dessau para su estreno en el Berliner Ensemble en 1949. Luis Miguel Cobo, músico y compositor, habitual colaborador de Ernesto Caballero, ha trabajado en una actualización de la misma para el actual estreno basándose en las partituras originales. Brecht sostenía que no había obra teatral que no demandara música. La utilizó como otra forma de distanciamiento.

Comento, por último, la interpretación. Destaca sobre todo Blanca Portillo, tan brillante como suele ser habitual y que está muy bien acompañada. El conjunto es muy notable y, aunque no recojo aquí los nombres del resto de los once actores, si quiero señalar a Ángela Ibañez, actriz sorda de nacimiento que interpreta a la muda Cattrin. Y a Paula Iwasaki, que canta mejor que el resto, a la que ya destaqué en el montaje de La dama boba de Sanzol en la sala pequeña de la Comedia que vi este invierno.

Un montaje interesante y muy adecuado para acercarse al teatro de Bertolt Bretch.

lunes, 21 de octubre de 2019

Cine: RETRATO DE UNA MUJER EN LLAMAS


Cèline Sciamma, la directora de esta película, continúa al parecer la exploración de la sexualidad femenina que inició con su ópera prima, Water lillies (2007) y continuó con Tomboy (2011) y Girlhood (2014). Y digo al parecer, porque no he visto ninguna de estas tres películas anteriores aunque tuvieron críticas muy favorables. En las tres se acercaba al mundo de las adolescentes en el momento actual. Este Retrato, sin embargo, se situa en el siglo XVIII y trata de dos mujeres ya adultas. Hablando de esta película, Céline que se declara lesbiana, dice que su cine anterior hablaba de amores platónicos y deseos no materializados. En esta ocasión se trata de una atracción que crece y genera tensión sexual y da lugar a un amor que se vive plenamente. Y también que ha querido explorar los mecanismos de la mirada. Después de todo, dice, amar a otra persona es mirarla.

Dice también la directora que el papel de la mujer ha sido sistemáticamente excluido de la historia del arte. El final del XVIII fue una época extremadamente floreciente para las artistas femeninas, que sin embargo desaparecieron de la historia del arte. La película trata de restaurar su lugar en la historia. En este sentido hay que señalar la coincidencia con la exposición del Museo del Prado sobre Sofonisba y Lavinia: dos modelos de mujeres artistas, que se inaugura este martes. 



Bretaña francesa, 1770. Marianne (Noémie Merlant) es una pintora contratada por una viuda para realizar el retrato matrimonial de su hija como regalo a su futuro prometido, que nunca la ha visto. Debe hacerse pasar por dama de compañía de la joven Héloïse (Adèle Haenel) y observar secretamente sus gestos, movimientos, ademanes e inflexiones para después trasladarlos, también en secreto, al cuadro ya que la joven se niega a posar para el. Su relación se vuelve más intensa a medida que comparten juntas los últimos momentos de libertad de Héloïse antes de su boda.

Se trata de una narración reposada, donde la directora se toma su tiempo para mostrar la relación entre sus dos personajes principales, el cambio que ambas experimentan, todo ello con una gran sensibilidad y emoción contenida, cargada de erotismo, pero sin caer nunca en el exhibicionismo. Los personajes, tanto las protagonistas como la criada y la viuda, están bien definidos. Una historia de amor que nos ofrece además una reflexión sobre la pintura y el arte, la relación entre artista y modelo y el significado del arte como interpretación de la realidad y del mito. 

Y me parecen interesantes estas palabras de la directora: "Me pareció que el verdadero desafío  se encontraba en el aspecto de la intimidad, la importancia del corazón. A pesar de que estas mujeres sabían que estaban condenadas a unas vidas dirigidas, atesoraban un gran mundo interior. Eran curiosas, inteligentes, querían amar. Puede que sus deseos chocaran con la sociedad en la que les tocó vivir, pero existían. Les hemos querido devolver su cuerpo, cuando se relajan, cuando afloja la vigilancia, cuando desaparece el protocolo, cuando están solas. Desarrollar sus amistades y dar voz a sus dudas, sus actitudes, su humor, su deseo de correr".

Feminista sin reivindicaciones me ha parecido una muy hermosa película llena de imágenes, miradas, sentimientos, sugerencias, todo ello narrado con una contención que contrasta con la pasión, por ejemplo, de La vida de Adele, una película con la que es inevitable establecer referencias. Como también se pueden establecer con Call me by your name, la pelicula de Luca Guadagnino que nos narraba también una historia de amor homosexual. 

A destacar las interpretaciones de las casi desconocidas, al menos para mi, actrices principales. Recuerdo haber destacado a Adèle Haenel en mi comentario sobre 120 pulsaciones por minuto. A Noémie Merlant y Luàna Bajrami (Sophie, la criada) no recuerdo haberlas visto antes. Valeria Golino si es conocida, pero su presencia en la película es secundaria.

Me gustó mucho.




Cine: EL CRACK CERO


Creo que no sería posible escribir una historia del cine español sin mencionar a José Luis Garci. Colaborador como guionista de José Luis Dibildos en lo que se llamó en los años 70 la Tercera via, director de películas tan populares como Asignatura pendiente (1977), Solos en la madrugada, ganador del primer Oscar a una película española en 1982 con Volver a empezar, su obra, tanto cinematográfica como literaria y como presentador de programas sobre cine en TV ha mostrado un gran amor al cine y una enorme capacidad para hablar y escribir de su gran amor.

En 1981 dirigió El crack, probablemente su mejor película, un homenaje al cine y la novela negra clásicos. Dos años después dirigió El Crack 2 secuela encaminada, sobre todo, a resarcirse del poco éxito económico de la oscarizada Volver a empezar. Las figuras de Alfredo Landa, José Bódalo, Miguel Rellán y Manuel Lorenzo ocuparon la memoria de los espectadores de esta muestra de cine negro a la española. Ahora, tras diez años en los que solo estrenó Holmes & Watson tras el fiasco de Sangre de mayo, y cuando parecía poco probable que volviera a dirigir, nos presenta esta precuela de El crack, donde tiene que luchar con el recuerdo de esos actores ya desaparecidos.



Seis meses después del suicidio de un afamado sastre, una misteriosa y atractiva mujer casada visita a Germán Areta, prestigioso ex policía y ahora detective privado, para que inicie una investigación exhaustiva sobre el caso. La mujer está convencida de que el sastre, que era su amante, fue asesinado. Aunque su instinto le dice a Areta que la gente sólo mata por amor o por dinero, irá descubriendo que hay más motivos, y más de un sospechoso para haber quitado de en medio al sastre..

Una trama policíaca tan clásica que hace que el interés de esta película resida, sobre todo, en la sustitución de los actores que interpretaron las dos primeras. Así Alfredo Landa que interpretó a German Areta es aquí Carlos Santos, a quien recordamos como Luis Roldán en El hombre de las mil caras (Alberto Rodriguez 2016), Miguel Angel Muñoz es El Moro, que fuera Miguel Rellán en el original, Pedro Casablanc es el abuelo (José Bódalo) y Luis Varela es Manuel Lorenzo. Todos ellos logran que no echemos de menos a los originales, aunque en este sentido, para mi, el mejor es Pedro Casablanc y el más alejado Miguel Angel Muñoz.

La trama repite esquemas conocidos hasta el punto de que a ratos me daba la impresión de estar volviendo a ver El Crack, pero está narrada con soltura, bien interpretada y llena de recuerdos del pasado. Una película tan pasada de moda y fuera de lo que hoy se hace que consigue despertar la nostalgia por otros tiempos... Aunque como dijo Simone Signoret, "la nostalgia ya no es lo que era". Y esos diálogos y sentencias de un Garci que no podría negar su autoría. 

jueves, 17 de octubre de 2019

Teatro: RICARDO III


En el Teatro Pavón Kamikaze se presenta esta obra de Shakespeare con  dirección de Miguel del Arco, sobre la adaptación suya y de Antonio Rojano, con Israel Elejalde como protagonista absoluto. A finales de 2014 pudimos ver otro montaje de esta obra. También era una adaptación, en este caso de José Sanchís Sinisterra con Juan Diego como protagonista, pero bastante mas fiel al original.
La obra fue escrita hacia 1592 y cierra la tetralogía que se completa con las tres partes de Enrique VI que narra la historia de la monarquía inglesa desde 1471 (muerte de Enrique VI) hasta 1485 (muerte de Ricardo III). El protagonista es dibujado como un asesino vil, deforme, ambicioso y corrupto, aunque parece que la realidad fue bastante distinta.





Ricardo, Duque de Gloucester, carece de principios. O más bien, tiene solo uno, tan deforme como su alma y su cuerpo: alcanzar y mantener el poder a cualquier costa. Víctimas de esta fijación mórbida, sin ningún tipo de arrepentimiento o piedad por su parte, serán sus dos hermanos mayores -rey y heredero natural al trono-, sus sobrinos, apenas unos niños, su esposa, su mejor aliado y cualquiera en la corte que no apoye su ambición.

El Ricardo que nos presenta Miguel del Arco en la figura de Israel Elejalde es una caricatura del poder. Un personaje que podría ser ridículo si no fuera que sus atrocidades no tienen ninguna gracia. Y carga las tintas en ese aspecto incorporando a la trama muchas referencias muy explicitas a la actualidad política, no solo pero si especialmente, la española. Lo malo es que en algunos casos esta incorporación deja atrás el humor ingenioso para caer en el brochazo y parece más propio de un teatro de variedades. Muchas de las referencias actuales están hechas con gracia e ingenio, otras no tanto. Por el escenario pasan desde Franco y su exhumación a las cacerias del Rey emérito, de Villarejo a las tesis plagiadas, los programas basura de Tv , los partidos políticos y sus principales representantes, algunos dirigentes internacionales empezando por Donald Trump... Se podría decir que no deja títere con cabeza.

En esa linea se realizan aquí varios cambios sobre la estructura original de la obra. Se encierra a un personaje por difundir rumores a la prensa,  se imaginan programas de telebasura que aúpan al poder al intrigante Ricardo con mentiras sobre su linaje y algún diálogo se transforma en entrevista para la prensa  cercana al poder.

Miguel del Arco y Antonio Rojano han adaptado la obra en una versión libre que potencia a los personajes secundarios y pone de manifiesto algo muy presente en el original: la comedia negra. Así Ricardo III se nos presenta plagado de envidias y manipulación, corrupción, luchas de poder, codicia, injusticia, fake news, engaños políticos, intereses partidistas… Lo que algunos consideran  un día normal en la vida pública de cualquier país en el siglo XXI.

Como recoge la nota de prensa del teatro, este Ricardo III lleva más lejos las convenciones teatrales que plantea el original, diseccionando su esencia con los ojos del presente para que los ecos de la tragedia resuenen hoy en día. Es un viaje a las cloacas del Estado que le toma al pulso al controvertido panorama actual, dominado por las fake news y Trump, los movimientos sociales, el Brexit, la memoria histórica, y la crispación y el populismo preelectorales, entre otros asuntos, para interpelar al espectador del presente. 

Miguel del Arco escribe en el dossier de la obra, “Ricardo intenta seducirnos con una mueca ensayada que parece la máscara de la comedia. Nos cuenta que la paz le aburre, que necesita vivir permanentemente en guerra, que quiere maquinar para acceder al poder, aunque no sepa qué hacer con él. Cada día en los informativos vemos ejemplos de tipos que harían pasar a Ricardo por un simple aficionado. Tipos que no son seductores, ni divertidos, pero que con toda seguridad desterraron la conciencia de sus países, ciudades, ayuntamientos. Que harían cualquier cosa por conseguir el poder tal y como hacen también todos los que rodean a Ricardo”.  

Estoy convencido de que la mayor parte de obras clásicas pueden tener una lectura que las relaciona con la actualidad. Y está bien que, en bastantes casos se adapten los textos para acercarlos y hacerlos mas asequibles al espectador de nuestros dias. Pero me parecen innecesarias las adaptaciones que ponen esto de manifiesto de manera tan clara como este Ricardo III. Incluso diría que es como tratar de tontos a los espectadores como si no pudieran darse cuenta por si mismo de los paralelismos. En cualquier caso me pareció mejor en la segunda mitad, cuando parece respetar más el original shakesperiano.

El montaje es sencillo, apenas un sillón de cuero en medio del escenario, y unos cortinajes que sirven de pantalla para las abundantes proyecciones. Y la utilización de un micrófono para diferenciar cuando se dirigen al público, lo que se llama romper la cuarta pared.




En la interpretación destaca Israel Elejalde, muy bien acompañado por los cuatro actores y dos actrices que componen el reparto desdoblando personajes en un alarde de ritmo y esfuerzo, aunque quizá excesivamente gritones en algunos momentos. Se trata de una nueva exhibición por parte de Elejalde de su capacidad como actor y de Del Arco como director de actores.



Merecen ser citados. Son Alvaro Báguena, Chema del Barco,Alejandro Jato, Verónica Ronda, Cristobal Suarez y Manuela Velasco. Recuerdo especialmente a Verónica Ronda que me sorprendió muy agradablemente en Ilusiones el año pasado en este mismo teatro. 



A pesar de las pegas expuestas, creo que es un espectáculo notable e interesante. En la representación a la que asistí el público aplaudió con ganas. 


domingo, 13 de octubre de 2019

Cine: DIA DE LLUVIA EN NUEVA YORK


Tras un año en blanco, donde el encuentro tuvo lugar en una plataforma de TV, nos llega la cita anual con Woody Allen en la pantalla grande. Leo que se trata de su quincuagésima película y me asombra que, a punto de cumplir los 84 años, siga siendo capaz de inventar historias y convertirlas en películas, algo que da la impresión de que lo hace con una increíble facilidad.


Gatsby (Timothée Chalamet) y Ashleigh (Elle Fanning) son una pareja de universitarios que aprovechando que ella va a entrevistar a un reconocido cineasta para el periódico de la universidad, se disponen a disfrutar de un romántico fin de semana en Nueva York. Pero las cosas no salen como se esperaba y el lluvioso fin de semana estará plagado de encuentros, desencuentros y equívocos.

Tras un comienzo un poco desangelado, asistimos a una historia romántica que parece de otro tiempo. Una serie de encuentros y giros, no por previsibles y anticipados en el tráiler menos ingeniosos, plagados de diálogos inspirados casi siempre, con el telón de fondo de la ciudad de Nueva York muy bien fotografiada por Vittorio Storaro, con la participación de varios actores conocidos en papeles casi episódicos. 

Una película sin grandes pretensiones, menos "retorcida" que las últimas de este director, pero muy agradable y simpática que, al menos a mi, me hizo salir del cine con una sonrisa.

miércoles, 9 de octubre de 2019

Cine: MIENTRAS DURE LA GUERRA


Nueva película dirigida por Alejandro Amenabar, que en los diez años transcurridos desde Ágora solo había estrenado la decepcionante Regresión. En esta ocasión nos acerca al comienzo de la guerra civil por una doble via, la ascensión de Franco a la Jefatura del estado y el cambio de actitud de Miguel de Unamuno ante el levantamiento militar.

No es posible saber hasta que punto la película es fiel a la realidad de lo ocurrido, teniendo en cuenta que ni siquiera los historiadores han sido capaces de ponerse de acuerdo, pero lo que hace la película es, a partir de unos hechos y personajes reales, establecer una ficción con visos de realidad. Lo que está claro es que es una obra de ficción y no un documental histórico y que, en mi opinión, trata con bastante objetividad, no imparcialidad, lo que narra.




Verano de 1936. Miguel de Unamuno, que había sido destituido destituido por el gobierno republicano como rector de la Universidad de Salamanca es restituido al apoyar públicamente la rebelión militar que promete traer orden a la convulsa situación del país. Mientras tanto, el general Franco consigue sumar sus tropas al frente y es elegido como mando único "mientras dure la guerra", pero esta condición desaparece en el documento final. Unamuno, ante la deriva que toman los acontecimientos empieza a cuestionarse su postura inicial. 

La película me ha parecido interesante, con una buena ambientación y utilización de los espacios de Salamanca. Y dos buenas interpretaciones de Karra Elejalde, muy contenido, y Eduard Fernández, espléndido como casi siempre, como Unamuno y Millán Astray respectivamente. Del resto del reparto destaca la interpretación de Santi Prego, actor gallego poco conocido fuera de Galicia, que da vida a Franco sin caer en ningún tipo de exceso o caricatura.

Sobran, a mi entender, bastantes subrayados musicales (en general la música del propio Amenabar, es excesiva) y las escenas de sueños y flash back. Y también hay que señalar una cierta debilidad del guion, probablemente motivada por el deseo de mostrarse equilibrado entre las diferentes visiones posibles y evita profundizar en los personajes que nos presenta tan solo en ese momento, obviando su pasado. Esto es probablemente más grave en el caso de Unamuno cuya personalidad queda presentada de forma un tanto plana.  Pero creo que la película nos acerca a un momento histórico con el que enlaza el actual. Muestra las contradicciones de Unamuno frente al dogmatismo de los sublevados y en especial Millán Astray, tomando partido, como parece lógico, por el primero. Y utiliza la guerra como telón de fondo, sin imágenes de atrocidades ni de unos ni de otros.

Interesante película que puede gustar a aquellos que vamos al cine en busca de una historia con espíritu abierto y sin prejuicios.





 


lunes, 7 de octubre de 2019

Cine: AD ASTRA


No soy muy aficionado a las películas sobre viajes y aventuras espaciales aunque considero 2001, una odisea espacial una obra extraordinaria, pero considero que, en general, suelen pecar de excesiva trascendencia y contener demasiados "errores", de acuerdo con lo que hoy se sabe del espacio. No obstante hay que reconocer que la ciencia ficción en su faceta de anticipación ha dado interesantes obras tanto literarias como cinematográficas, como por ejemplo Marte (2015) o Gravity (2013). 

Nos llega ahora Ad astra que, dirigida por James Gray y tomando como base El corazón de las tinieblas, la novela de Conrad, nos traslada nuevamente al mundo de los viajes espaciales. James Gray es un director que con pocas películas en su haber, nos ha dado unas cuantas de interés y de temas variados. La noche es nuestra, Two lovers, El sueño de Ellis y Z, la ciudad perdida son las más destacadas. También es de señalar la presencia como productor y actor de Brad Pitt, que últimamente está en la producción de bastantes películas notables.



Roy McBride (Brad Pitt) es hijo de un veterano astronauta que dedicó su vida a la búsqueda de vida extraterrestre y del que se perdió el rastro en una base de Saturno junto con su equipo. Cuando unas tormentas eléctricas con origen en ese planeta parecen amenazar la Tierra, Roy es enviado en misión secreta hasta allí para tratar de establecer contacto con su padre del que se sospecha que pueda seguir vivo y tener alguna relación con los fenómenos eléctricos.  

Hecha con un despliegue técnico extraordinario comparable al de 2001 incorporando las posibilidades que se ofrecen 50 años después, la película desarrolla la toma de conciencia del protagonista, víctima de una situación emocional por la ausencia de su padre que le lleva a no poder formar una familia y un individualismo peligroso. Un planteamiento psicológico más aparente que profundo que podría enlazar con El árbol de la vida de Terrence Malick, también producida por Brad Pitt. Todo ello aderezado con numerosos homenajes a películas anteriores como la propia 2001, Apocalipsis now o Alien. Y con una serie de más que dudosas acciones, en algunos casos bastante inverosímiles incluso con el desarrollo de la ciencia en un "futuro cercano" que se deduce.

Película de ritmo pausado y pocas secuencias de acción, probablemente necesitada de un segundo visionado para poder apreciarla adecuadamente, tratada con numerosos planos cortos y voz en off para introducirnos en la intimidad del pensamiento de su protagonista, parece de difícil aceptación por el gran público, aunque me parece muy recomendable.


jueves, 3 de octubre de 2019

Teatro: EL SIRVIENTE

Tengo un buen recuerdo de la película El sirviente. Dirigida por Joseph Losey en 1963, fue uno de los primeros estrenos en cines de arte y ensayo en España, bastantes años después de su producción. Protagonizada por Dirk Bogarde, James Fox y Sarah Miles. Y ese recuerdo me viene inevitablemente al ver la versión teatral que se ofrece en el Español de Madrid.

El autor de la obra es Robin Maugham, sobrino del dramaturgo y autor Somerset Maugham. Lo escribe a partir de su propio relato en 1948 y fue uno de sus trabajos más importantes y el que más fama le reportó. Su adaptación al cine la llevó a cabo el Premio Nobel Harold Pinter, si bien para la película el guion original de Pinter fue modificado. 

El montaje que se presenta en el Español corre a cargo de Mireia Gabilondo sobre una traducción de Alvaro del Amo. Está interpretado por Eusebio Poncela, Pablo Rivero, popular por Cuentamé como pasó, y Sandra Escacena a la que pudimos ver en Verónica, película por la que estuvo nominada a los Goya. También están Lisi Linder y Carles Francino.




El sirviente cuenta la relación entre Tony, un joven aristócrata, y Barret, el sirviente al que contrata. Tony necesita a Barret porque, después de sufrir experiencias traumáticas en la guerra y en África, solo quiere vivir cómodo y confortable. Y Barret encuentra en Tony el ideal de su concepción del servicio doméstico, una compleja mezcla entre servilismo y posesión. Una relación inquietante y perturbadora, con base en el poder, la sexualidad y la manipulación. Una ilustración de la dialéctica del siervo y el señor donde el mayordomo se apodera de la voluntad de su aristocrático amo estimulando y satisfaciendo sus más bajas pasiones. 

Como decía antes es muy difícil separar esta función de la pelicula de Losey. Es probable que, por esta razón, haya recibido críticas bastante negativas. Es evidente que la obra corresponde a otra época y que su desarrollo puede ser difícil de asumir con la visión actual, pero la verdad es que me pareció interesante y bastante bien construida. El montaje está llevado con buen ritmo, a pesar de que hay bastantes escenas para transmitirnos el paso del tiempo y por lo tanto, numerosas transiciones.  


Las críticas se han centrado, sobre todo, en la interpretación de Eusebio Poncela y la dirección de Mireia Gabilondo. Poncela siempre me ha parecido un actor estimable. Aquí da una imagen de Barret alejada de la visión de la película. En primer lugar por edad, mientras Bogarde estaba en los 40 cuando interpreó al personaje, Poncela anda por los 70. Es cierto que el teatro permite esas convenciones mejor que el cine, pero se hace dificil aceptar la relación entre Barret y una joven de 17 años. Por otra parte su interpretación nos da un Barret un tanto amanerado pero sin la procacidad, la perversidad y la chulería de Bogarde. Parece que busca más la complicidad y la risa del publico que la tensión de la relación. Más cómico que trágico. Algo que, a la vista de la sesión a la que asistí y lo que leo en las críticas, consigue, aunque yo no lo comparto plenamente.

La dirección peca de lo mismo. Le falta tensión. Y no termina de ayudar la escenografía, un espacio demasiado grande y algo confuso. Demasiados cambios de posición de las piezas de un sillón polivalente que lo mismo hace de sillón que de cama sin delimitar bien si estamos en el dormitorio, el salón o la cocina. Si acierta en el juego de las cortinas que tapan inicialmente las paredes y el suelo y van desapareciendo en las transiciones para transmitirnos el buen gusto de Barret en la transformación de la casa. Y me pareció afortunada la música de Fernando Velazquez que transmite mejor la tensión de lo que va ocurriendo.

Ya he hablado de Eusebio Poncela. Del resto de los actores, Pablo Rivero me sorprendió agradablemente, Sandra Escacena está simplemente correcta sin la procacidad y la malicia que transmitía Sarah Miles en la película en sus dos personajes. Quizá le falta experiencia, ya que creo que es su debut en el escenario. Lisi Linder y Carles Francino cumplen en dos personajes secundarios con poco desarrollo y función utilitaria para la historia.

En general la obra me interesó pero salí con sensación de insatisfacción ante lo visto.