Con ocasión de la propuesta de Maite para ir a ver esta obra, publiqué el texto de José Carlos Plaza, responsable de la puesta en escena, así como un breve apunte sobre su autor. No voy por tanto a repetirme.
El padre se centra en el tema de la vejez, la decadencia lenta y la demencia senil a través de la enfermedad (Alzheimer) del protagonista. Presenta a Andrés, interpretado por Héctor Alterio, que hace que el espectador experimente el humor mediante situaciones ambiguas y contradictorias. Los personajes están duplicados, son cambiantes y plantean en todo momento la duda de qué sucede realmente.
Es un juego de irrealidad, de enredos, de verdades y mentiras, que coloca al espectador en una sensación de desconcierto similar a la del protagonista. Trata un tema tan espinoso como la perdida de la realidad debida a la vejez. Nos coloca en la perspectiva de una mente confusa o, quizá, confundida por los intereses de los que le rodean. Algo que muchos de los que hemos tenido padres mayores hemos vivido en mayor o menor grado.
Todo este juego es el que se propone el autor, sumergiéndonos en la mente de Andrés. Que no sepamos qué es real y qué es lo existe solo en su mente. Lo consigue, en mi opinión, solo parcialmente. Pero es que saber lo que es real y lo que no, es lo menos interesante. No sabemos, y a mi por lo menos me da igual, si Ana, la hija, se va realmente a Londres o, simplemente, junto con su pareja, consideran que es imposible seguir teniendo a Andrés en su casa. Lo que sin duda es cierto es la confusión en que vive Andrés y que acaba en una residencia. Y la presentación de situaciones muy diferentes para ilustrar ese desconcierto no me parece especialmente afortunada. Como tampoco la inclusión de un sueño de Ana. ¿Es realmente su sueño o es lo que Andrés cree que sueña su hija?
Creo que la gran virtud de la representación es Hector Alterio. Está espléndido. Parece mentira que a los 87 años se mantenga en el escenario durante hora y media, con una sinceridad, una ternura y un buen hacer extraordinarios. Bien acompañado por Ana Labordeta, a la que recuerdo el año pasado en Pluto y algo más lejano en Noviembre de David Mamet. El resto del reparto tiene una presencia muy secundaria.
Me gustó el decorado, con una evolución en el que van desapareciendo elementos hasta quedar en una fría sala de residencia.
Pero sobre todo, muy por encima del resto, Hector Alterio. Por él vale la pena ir a ver la obra.
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