lunes, 9 de enero de 2017

Cine: SILENCIO

Parece innecesario presentar a Martin Scorsese, uno de los grandes directores de cine actuales y que a pesar de que ya tiene 74 años, sigue buscando nuevas historias y formas de contarlas en su cine. Un cine en el que se pueden encontar numerosas muestras de su obsesión religiosa. Como él mismo dice, "Me crie en el seno de una familia muy católica en la que se le daba mucha importancia a la religión. Uno de los pilares de mi vida sigue siendo la espiritualidad católica romana que tan importante fue para mí de niño, y esa espiritualidad estaba relacionada con la fe"."Llegado a este punto de mi vida pienso constantemente en la fe y la duda, la debilidad y la condición humana".

Silencio está basada en una novela de Shusaku Endo. La obra fue recibida con muy buenas críticas cuando se publicó en Japón en 1966 y generó grandes debates y análisis exhaustivos y rigurosos. La traducción al inglés llegó unos años más tarde y con ella creció aún más la reputación de la novela como una profunda investigación y reflexión sobre la religión.
Nada más empezar la lectura, Martin Scorsese se sintió cautivado por la novela, hasta el punto de sentir que Silencio le hablaba personalmente. "La temática que Endo plantea en el libro ha formado parte de mi vida desde que era muy, muy joven", comenta.




Segunda mitad del siglo XVII. Sebastián Rodrigues (Andrew Garfield) y Francisco Garupe (Adam Driver) son dos sacerdotes jesuitas portugueses que se ven obligados a emprender un viaje hasta Japón para encontrar a su mentor, Cristóbal Ferreira (Liam Nesson) del quien han llegado noticias de que ha renunciado a su fe de forma pública, tras haber sido perseguido y torturado. 

En el Japón del siglo XVII, el poder estaba en manos de los señores feudales y los samurái, decididos a eliminar cualquier influencia occidental en el país. Las persecuciones y las torturas estaban a la orden del día y los cristianos se enfrentaban a la dura decisión de elegir entre la apostasía o una muerte lenta y dolorosa. En su busca del P. Ferreira, los dos misioneros serán testigos del suplicio y la violencia con que los japoneses tratan a los cristianos y tendrán que ejercer clandestinamente el ministerio entre los aldeanos de la zona.

Scorsese nos narra la historia con su habitual calidad. La narración se centra en el P. Rodrigues y las innumerables pruebas a que se ve sometido para que renuncie públicamente a su fe y a sus convicciones, planteándose hasta que punto tiene sentido, no solo su sacrificio sino el de aquellos que siguen sus enseñanzas en los que se ceban los japoneses para conseguir la apostasía del cura. Porque los japoneses convertidos al catolicismo se ven convertidos en mártires a causa de su fe ante la mirada del P.Rodrigues mientras todos ellos buscan el auxilio de un Dios que permanece en silencio. Y hace que nos planteemos junto con el protagonista si todo eso tiene sentido.

Fundamental en el relato el encuentro entre Rodrigues y Ferreira (excelente Liam Nesson), una breve secuencia donde se enfrentan las dos formas de entender la realidad de lo que ocurre. Una búsqueda y encuentro que nos remite al de Kurtz en Apocalipsis Now.

La película me pareció muy buena, pero excesivamente larga (el gran defecto habitual de Scorsese) lo que da lugar a que sintiera cierto aburrimiento, sobre todo en su primera mitad. Muy profunda en sus planteamientos, resulta difícil para quien no tiene convicciones religiosas entender la postura de los cristianos sometidos a martirio y comprender sin embargo la renuncia, aparente o real, a su fe.

Curiosamente vi esta película al dia siguiente de Hasta el último hombre. Ambas protagonizadas por Andrew Garfield en personajes que, con la distancia que supone la época y circunstancias en que se desarrollan, mantienen la similitud de su posición de defensa de sus convicciones. Y, aunque separados por tres siglos, los japoneses de ambas películas haciendo gala de una crueldad enorme. Adam Driver, el otro jesuita, me pareció irrelevante, mientras algunos de los personajes japoneses consiguen destacar, especialmente el inquisidor Shin’ya Tsukamoto.

Muy notable película que, sin embargo, no consiguió engancharme y se me hace difícil recomendar.

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