domingo, 8 de enero de 2017

Cine: HASTA EL ULTIMO HOMBRE


Mel Gibson es un discutido actor, director y productor norteamericano,de origen australiano. Con notables interpretaciones a lo largo de su carrera, el éxito le llegó como director en 1995 con Braveheart con la que ganó el Oscar a mejor película y mejor director. Otras dos películas suyas posteriores llamaron la atención por el realismo de sus escenas de violencia, La pasión de Cristo (2004) y Apocalypto (2006). Es de destacar también que ha estado envuelto en una serie de incidentes y acusaciones de homofobia, antisemitismo y problemas con el alcohol.
Hasta el último hombre está basada en un personaje real Desmond Doss, un objetor de conciencia que se alistó voluntario para combatir a los japoneses en la II guerra mundial.



Desmond Doss (Andrew Garfield), un hombre contrario a la violencia, se alista en el ejército de EEUU para servir como médico de guerra en plena II Guerra Mundial. Tras enfrentarse al estamento militar y someterse a un juicio de guerra por su negativa a coger un rifle, consigue su objetivo y es enviado a servir como médico al frente japonés. A pesar de ser recibido con recelo por todo
el batallón, durante la salvaje toma de Okinawa, Desmond demuestra su valor salvando a 75 hombres heridos consiguiendo el respeto de  sus compañeros. Un panegírico del hombre que no renuncia a sus convicciones. 

El tema de la objeción de conciencia me recuerda dos películas antiguas, El sargento York (1941, Howard Hawks) y La gran prueba (1956, William Wyler). En esta ocasión Mel Gibson se basa en un personaje real cuya historia dramatiza. El primer tercio de la película lo dedica a presentarnos a un personaje que tras un incidente violento, de niño, con su hermano, asume la no violencia mientras es acosado por un padre, ex combatiente de la I guerra, que se ha convertido en un personaje violento y alcohólico. Hasta que tras el ataque a Pearl Harbour, se enamora de una enfermera y decide alistarse voluntario como médico de guerra. Una historia con poco interés, convencional, vista en numerosas ocasiones y propia de telefilm. Asistimos después al proceso de entrenamiento y su batalla contra los estamentos para poder incorporarse al ejército. Nada reseñable, salvo la buena imagen de unos mandos relativamente comprensivos que contrastan con los que hemos podido ver en películas como La chaqueta metálica, El sargento de hierro u Oficial y caballero. Eso sí, con el único momento de dignidad del padre en una escena que, por otra parte,  suena totalmente falsa. Y llegamos a la verdadera espina de la película. La batalla en Okinawa. Unas escenas de salvaje acción que recuerdan en su pretendido realismo las de Salvar al soldado Ryan. Impresionantes. Para llegar al proceso heroico del protagonista que sin tocar un arma consigue salvar hasta a 75 compañeros heridos y convertirse en una especie de símbolo o amuleto para ellos. 

Quitando las espectaculares escenas de la batalla, el resto me pareció forzado y convencional. Y dificilmente puede ser considerada antibelicista. Una historia hecha a la mayor gloria de los buenos (USA)en lucha justiciera contra los malos, los crueles y poco avispados japoneses que no evitan que un solo hombre les birle hasta 75 hombres heridos. Aunque eso si, poniendo de manifiesto en toda su crudeza la crueldad y violencia de las acciones bélicas.

Una interpretación ajustada en general, en la que destacan Andrew Garfield que me recuerda a Anthony Perkins y Hugo Weaving como el padre. 


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