Con el prestigio que le da el haber ganado 7 Globos de oro tras el éxito de su presentación en el Festival de Venecia, nos llega esta película musical dirigida por Damien Chazelle, del que vimos hace un par de años Whiplash. Una película interesante que utilizaba de forma adecuada la interpretación musical y nos mostraba como, para llegar al éxito, puede ser necesario renunciar a muchas otras cosas en la vida, entre ellas el amor.
En esa misma línea se mueve La la land (no me gusta el título español), donde una pareja se separará para alcanzar el éxito en sus aspiraciones artísticas.
Mia (Emma Stone) es una de las muchas aspirantes a actriz que viven en Los Angeles en busca del sueño hollywoodiense. Se gana la vida como camarera en unos estudios mientras se presenta a montones de pruebas de casting. Sebastian (Ryan Gosling) es un pianista que vive de las actuaciones de segunda que le salen, y su sueño es regentar su propio club donde rendir tributo al jazz más puro. Dos jóvenes que luchan por conseguir sus sueños en una ciudad conocida por destruir esperanzas y romper corazones.
Tras algunos encuentros, la pareja se enamora pero pronto descubrirá que el equilibrio entre el amor y el arte puede ser el mayor obstáculo para el éxito y aunque alcancen el triunfo, acabarán separados.
La película me gustó mucho, no tanto por lo que cuenta, visto infinidad de veces, sino por su tratamiento visual. Empieza con un alarde técnico, un baile en una autopista atascada, rodado en un plano secuencia de varios minutos con un movimiento de cámara increíble. No sé si, como se, ha dicho, la secuencia tiene algún corte, pero da la impresión de que no y es realmente espectacular. Una secuencia que nos conduce al primer encuentro, poco grato, entre Mia y Sebastián ambos atrapados en el atasco en su coche respectivo. A partir de ahí la historia es previsible. Habrá nuevos encuentros. Lo que inicialmente es enfado acabará en amor. Un amor al que tendrán que renunciar en busca del éxito. Pero todo ello está bien contado. Con un guion bien construido. Y sobre todo con un desarrollo visual basado en el movimiento de cámara, con numerosos planos secuencia. Contrasta en este sentido con otro excelente musical, Chicago, donde el ritmo musical se basaba en el montaje, sobre todo para paliar la deficiencia danzante de algunos de sus actores. Y tieneuna secuencia onírica final que me recordó a otros grandes musicales de la historia del cine.
Aquí los dos protagonistas, Emma Stone y Ryan Gosling, cantan y bailan en el límite de lo aceptable, pero la cámara les acompaña y los trata con cariño. Me gustó más Emma Stone que en las pruebas demuestra su capacidad de interpretación.
En resumen una deliciosa película musical lllena de homenajes y nostalgia por el cine clásico.
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