François Ozon es un director francés del que pudimos ver en 2012 En la casa una interesante adaptación de la obra de teatro de Juan Mayorga, El chico de la última fila, que ganó la Concha de oro en San Sebastián. En los últimos años ha dirigido películas apreciables, como la mencionada o Una nueva amiga y alguna insufrible como Potiche: mujeres al poder, pero casi siempre tocando temas arriesgados y originales.
Frantz es la adaptación de una novela de Maurice Rostand que él mismo convirtió en obra de teatro y que Ernst Lubitsch había llevado al cine en 1932 con el titulo de Broken lullaby y que en España se llamó Arrepentimiento. No conozco ni la novela ni la película.
La acción se sitúa en la posguerra de la I guerra mundial. En una pequeña ciudad alemana viven el Dr. Hoffmeister, su mujer y Anna la novia de Frantz, su hijo, que murió en la guerra. En la ciudad se respira odio contra los franceses a los que juzgan responsables de la muerte de muchos de sus hijos. Cuando un dia Anna (Paula Beer) va al cementerio a poner flores en la tumba de Frantz, encuentra ante la tumba a Adrien (Pierre Niney), un joven francés, quien al visitar a los padres de Frantz, se ve obligado a hacerse pasar por un amigo muy cercano. Su presencia en un país que acaba de perder la guerra encenderá pasiones encontradas.
Con un claro aliento pacifista, Frantz nos transmite el mensaje de que no son los soldados los responsables de la muerte de miles de inocentes en las guerras. Así lo entienden los padres de Frantz, que sin embargo ignoran la verdad de lo ocurrido. Y así lo entenderá también Anna a pesar de la confesión de Adrien.
La película está claramente dividida en dos partes. La primera nos narra la visita de Adrien a Alemania y la relación que establece con los padres, la novia y los compatriotas de Frantz. Y está muy bien narrada. La segunda parte, en la que Anna viaja a París para tratar de reencontrar a Adrien tiene un desarrollo mucho menos afortunado. Es una historia en la que la mentira bienintencionada constituye el motor de todo lo que ocurre. Pero llega un momento en que esa mentira desborda la realidad, pierde su sentido y todo parece muy forzado, tanto en el desarrollo de la acción como de los sentimientos. Aunque, como he dicho, no conozco la historia original, da la sensación de que esta segunda parte es un añadido de la misma. Al menos, por lo que he leído, no estaba en la película de Lutbisch. Y creo que estropea la historia.
Fotografiada en blanco y negro, Ozon nos ofrece insertos en color en los pocos momentos en los que existe una sensación de posible felicidad. Es un recurso tan válido como cualquier otro. La protagonista femenina, Paula Beer, fue premiada en Venecia como actriz promesa. A Pierre Niney se le ha visto en Yves St. Laurent y El hombre perfecto, una floja película comentada el verano pasado.
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