Hoy voy a hacer un comentario sobre estos simpáticos animalitos. El comentario surge porque todas las mañanas, cuando abro la ventana de mi dormitorio, posadas en el cable telefónico que pasa frente a mi casa, se encuentran dos palomas; son paloma y palomo, macho y hembra. Esto lo asevero así categóricamente y tengo mis motivos que voy a exponer a continuación.
Ahora cuando comienzo mi observación, procuro durante un tiempo no abrir la ventana y así no molestarles ni asustarles, además de que puedo contemplarles con tranquilidad sin temor a que inicien el vuelo y se marchen.
Bueno, pues desde mi puesto de observación tras el cristal de la ventana, soy testigo de un completo rito amoroso de la pareja de palomas. El macho toma la iniciativa y comienza a acercarse pavoneandose, desplegando y luciendo lo más vistoso de su plumaje. Se acerca seguro, imponente, acortando la distancia que le separa de la hembra con cierta lentitud, como si quisiera darle a la escena la importancia que, indudablemente, tiene la puesta en práctica de los recursos amorosos que emplea el macho para seducir a la hembra; ella le deja acercarse, sin moverse, pero cuando le tiene prácticamente al lado, comienza a desplazarse lateralmente en dirección opuesta de donde viene el macho, comienza a separarse de él dejando una pequeña distancia entre ambos, que parece ser una distancia de seguridad para la hembra. El juego es extraordinario y merece la pena contemplarlo todas las mañanas, pues son totalmente puntuales y no suelen faltar un solo día.
Este movimiento de acercamiento y separación lo ejecutan tres o cuatro veces, hasta que el macho se para y adopta un cambio de estrategia: se da media vuelta y comienza a caminar por el cable alejándose de la hembra, la cual al darse cuenta que el macho la ignora, debe pensar que ¡cuidado! no vaya a ser de verdad que se esté pasando y suspenda la conquista dadas las dificultades encontradas; entonces, ella comienza a poner en práctica sus dotes de seducción femeninas, e inicia un acercamiento, con pavoneo incluido, hacia el macho, que al ver el movimiento iniciado por la hembra se detiene. En este momento parece que todas las reticencias para hacer más interesante y atractiva la seducción, desaparecen; el juego amoroso del si no, si no, se detiene, y entonces el macho pasa a la acción con la sumisa aceptación de la hembra; comienza un picoteo frenético de la pareja que da paso a una excitación paulatinamente en aumento y a continuación en el punto álgido del éxtasis, el acto sexual se consuma.
Finalizado el encuentro amoroso, ambos quedan parados y muy juntitos uno al lado del otro, poniendo en orden su plumaje de los arrebatos que han sufrido, y una vez todo arreglado y correcto, la hembra le invita al macho, con movimientos más o menos rápidos, a marchar; el macho acepta y ambos inician un vuelo de acrobacias y persecuciones con un jolgorio de canturreos y piar como si quisieran manifestar al mundo la enorme felicidad y satisfacción que han vivido.
Alguna mañana si me retraso un poco en asomarme ya no están, pero estoy seguro que allí frente a mi ventana o en otro lugar similar la pareja de palomas efectuará un canto al amor y a la fidelidad, pues es una de las pocas especies de animales que la pareja es para toda la vida. Las palomas no cambian de pareja, su fidelidad es absoluta, y eso hace aún más bonita esta conducta y extraordinario el comportamiento de esta pareja de palomas. Para ellos, cada día poniendo en práctica su juego amoroso es como si, efectivamente, siempre fuera la primera vez.