miércoles, 30 de octubre de 2019

Cine: LO QUE ARDE


El año pasado una película a caballo entre el documental y la ficción, Entre dos aguas, dirigida por Isaki Lacuesta, ganó el festival de  San Sebastián y estuvo entre las elegidas como mejores del año. Aunque no es de mis favoritas, no cabe duda de su calidad, una película viva. Este año podemos ver otra película que se mueve por derroteros similares. Se trata de Lo que arde. Está dirigida por el hijo de padres gallegos nacido en París, Oliver Laxe y ganó el premio del Jurado en la sección Un certain regard del Festival de Cannes, un Festival especialmente grato para este director ya que sus dos anteriores películas (Todos sois capitanes y Mimosas) también fueron galardonadas.



Amador sale de la cárcel tras cumplir condena por haber provocado un incendio. Regresa a su casa, una aldea perdida de las montañas lucenses, donde volverá a convivir con su madre, Benedicta, su perra Luna y sus tres vacas. Sus vidas transcurren al ritmo sosegado de la naturaleza, hasta que todo cambia cuando un fuego violento arrasa la zona.

La película es un documento sobre la vida en el entorno rural, sobre la naturaleza acosada por el hombre en un reducto de la Galicia más profunda. Desde las imágenes iniciales, un espectral avance de un "bulldozer" (no sé si excavadora sería mas correcto) derribando arboles que vemos caer como fichas de dominó hasta un incendio que aniquila parte del monte, todo lo que vemos es la presencia del hombre, la acción real del ser humano en la naturaleza. Una acción que pasa por el intento de construir una casa rural en la aldea para atraer el turismo a la zona. "Galicia calidade". Una mirada poética a las tradiciones, a los valores perdidos, a la tierra maltratada.

En ese mundo tan particular, Oliver Laxe introduce a su protagonista, Amador,  un hombre soltero del campo, que tras volver de la cárcel vive encerrado, voluntariamente marginado con su madre y sus animales, con una idea que le acosará: quien es condenado por un crimen es sospechoso de los siguientes.

Todo está contado con lirismo y con unas excelentes y arriesgadas imágenes, rodadas por Mauro Herce. Tuvieron que formarse para acompañar a los bomberos en la filmación y esperar que el campo ardiera. 

Dice su director que se evoca la idea de que los incendios son consecuencia de la fe que hemos tenido en el mito del progreso, este tiempo tan histérico que ha hecho que se abandone el cuidado del entorno rural. Tiene un aire crepuscular, habla de un mundo que se acaba. Aunque, eso sí, sus habitantes resisten ante esa histeria que les rodea. Siguen ahí con sus hábitos y valores milenarios, sus
casas, sus vacas, sus perros viejos, sintiéndose bien sintiéndose pequeños 
frente a esa naturaleza que los acoge.

Distinta y hermosa película.



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