jueves, 3 de octubre de 2019

Teatro: EL SIRVIENTE

Tengo un buen recuerdo de la película El sirviente. Dirigida por Joseph Losey en 1963, fue uno de los primeros estrenos en cines de arte y ensayo en España, bastantes años después de su producción. Protagonizada por Dirk Bogarde, James Fox y Sarah Miles. Y ese recuerdo me viene inevitablemente al ver la versión teatral que se ofrece en el Español de Madrid.

El autor de la obra es Robin Maugham, sobrino del dramaturgo y autor Somerset Maugham. Lo escribe a partir de su propio relato en 1948 y fue uno de sus trabajos más importantes y el que más fama le reportó. Su adaptación al cine la llevó a cabo el Premio Nobel Harold Pinter, si bien para la película el guion original de Pinter fue modificado. 

El montaje que se presenta en el Español corre a cargo de Mireia Gabilondo sobre una traducción de Alvaro del Amo. Está interpretado por Eusebio Poncela, Pablo Rivero, popular por Cuentamé como pasó, y Sandra Escacena a la que pudimos ver en Verónica, película por la que estuvo nominada a los Goya. También están Lisi Linder y Carles Francino.




El sirviente cuenta la relación entre Tony, un joven aristócrata, y Barret, el sirviente al que contrata. Tony necesita a Barret porque, después de sufrir experiencias traumáticas en la guerra y en África, solo quiere vivir cómodo y confortable. Y Barret encuentra en Tony el ideal de su concepción del servicio doméstico, una compleja mezcla entre servilismo y posesión. Una relación inquietante y perturbadora, con base en el poder, la sexualidad y la manipulación. Una ilustración de la dialéctica del siervo y el señor donde el mayordomo se apodera de la voluntad de su aristocrático amo estimulando y satisfaciendo sus más bajas pasiones. 

Como decía antes es muy difícil separar esta función de la pelicula de Losey. Es probable que, por esta razón, haya recibido críticas bastante negativas. Es evidente que la obra corresponde a otra época y que su desarrollo puede ser difícil de asumir con la visión actual, pero la verdad es que me pareció interesante y bastante bien construida. El montaje está llevado con buen ritmo, a pesar de que hay bastantes escenas para transmitirnos el paso del tiempo y por lo tanto, numerosas transiciones.  


Las críticas se han centrado, sobre todo, en la interpretación de Eusebio Poncela y la dirección de Mireia Gabilondo. Poncela siempre me ha parecido un actor estimable. Aquí da una imagen de Barret alejada de la visión de la película. En primer lugar por edad, mientras Bogarde estaba en los 40 cuando interpreó al personaje, Poncela anda por los 70. Es cierto que el teatro permite esas convenciones mejor que el cine, pero se hace dificil aceptar la relación entre Barret y una joven de 17 años. Por otra parte su interpretación nos da un Barret un tanto amanerado pero sin la procacidad, la perversidad y la chulería de Bogarde. Parece que busca más la complicidad y la risa del publico que la tensión de la relación. Más cómico que trágico. Algo que, a la vista de la sesión a la que asistí y lo que leo en las críticas, consigue, aunque yo no lo comparto plenamente.

La dirección peca de lo mismo. Le falta tensión. Y no termina de ayudar la escenografía, un espacio demasiado grande y algo confuso. Demasiados cambios de posición de las piezas de un sillón polivalente que lo mismo hace de sillón que de cama sin delimitar bien si estamos en el dormitorio, el salón o la cocina. Si acierta en el juego de las cortinas que tapan inicialmente las paredes y el suelo y van desapareciendo en las transiciones para transmitirnos el buen gusto de Barret en la transformación de la casa. Y me pareció afortunada la música de Fernando Velazquez que transmite mejor la tensión de lo que va ocurriendo.

Ya he hablado de Eusebio Poncela. Del resto de los actores, Pablo Rivero me sorprendió agradablemente, Sandra Escacena está simplemente correcta sin la procacidad y la malicia que transmitía Sarah Miles en la película en sus dos personajes. Quizá le falta experiencia, ya que creo que es su debut en el escenario. Lisi Linder y Carles Francino cumplen en dos personajes secundarios con poco desarrollo y función utilitaria para la historia.

En general la obra me interesó pero salí con sensación de insatisfacción ante lo visto.



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