El Centro dramático nacional presenta en el Teatro María Guerrero una adaptación de la novela de Fiódor Dostoievski, El idiota. José Luis Collado ha sido quien ha llevado a cabo la adaptación de la extensa novela a la escena y Gerardo Vera quien se ha encargado de la dirección y de la escenografía.
Tengo que confesar que no he leido ninguna de las novelas del escritor ruso. El idiota, de cuya publicación se cumplieron el año pasado 150 años es una de sus obras mas importantes junto a Crimen y castigo, El jugador y Los hermanos Karamazov.
La novela ( y la adaptación teatral) se centra en tres personajes: el protagonista el príncipe Lev Mishkin, es el último miembro de una familia noble y arruinada. Padece frecuentes ataques epilépticos que lo dejan trastornado durante horas. Responde a la idea de Dostoievski de retratar a un hombre perfecto, "lleno de compasión hacia los demás y capaz de comprender a todos en un mundo lleno de maldad y malas personas” y a partir de ahí, plantearse si el ideal cristiano por él encarnado, era deseable en el mundo (moderno) de mediados del siglo XIX. Myshkin sin embargo, no logra más que desbaratar junto con la vida propia, la de la mayoría de los que con él se relacionan.
Junto a él, dos personajes femeninos Nastasia Filíppovna, una cortesana, considerada, incluso por ella misma, despreciable, por vivir junto a su protector y Aglaya, hija de la familia del general que acoge al príncipe, que se enamora de él. La idiotez de Myshkin, como queda bien reflejado en la función, está menos relacionada con su falta de habilidad para mirar el mundo que con su inocencia a la hora de comportarse en él. Se trata de un arquetipo de la bondad que comprende y ama tanto más al prójimo cuanto más necesita este ser amado. Esto nos da la clave para entender su relación con Nastasia y con Aglaya, y para entender, en definitiva, la dimensión trágica de la obra.
Es destacable el hecho de que el autor parece haber volcado algunas de sus vivencias en la obra. Así, por ejemplo, el propio Dostoievski padecía de ataques epilépticos y el relato sobre un hombre condenado a muerte indultado en el último momento se corresponde con el hecho de que él mismo fue condenado a muerte en 1849 por ser miembro de un círculo revolucionario. Pocos minutos antes de la ejecución le dijeron que el zar conmutaba su pena por varios años de trabajos forzados. El futuro escritor estuvo esperando su muerte durante días y esta terrible experiencia lo cambió profundamente y para siempre.
La obra comienza cuando Lev Mishkin vuelve en tren a San Petersburgo de su larga estancia en Suiza donde era mantenido por un médico que le trataba la epilepsia. En el tren coincide con Rogozhin, un hombre misterioso, violento e inestable quien le muestra un retrato de Natasia indicándole su intención de casarse con ella. En San Petersburgo entra en contacto con su única pariente viva, la generala Yepanchina, su marido, Gavrila su secretario que pretende casarse con Natasia por la dote y con Aglaya, la hija del general. Tras la reaparición de Rogozhin, Mishkin tendrá que tomar la decisión de cual de las dos mujeres merece su amor.
En su adaptación Jose Luis Collado se ha centrado en el conflicto de las relaciones sentimentales entre Mishkin, Rogozhin, Natasia y Aglaya prescindiendo de muchos personajes que le dan, al parecer, una visión más espiritual y filosófica a la novela dejando de lado temas como la política, la justicia y la administración pública pero manteniendo la compleja naturaleza del príncipe y las dos mujeres. No tanto el personaje de Rogozhin y el resto que me parecieron un tanto desdibujados.
Gerardo Vera, responsable de la dirección y la escenografía, le da en mi opinión un tratamiento de farsa excesivo a la primera mitad de la obra, pero tiene indudables aciertos tanto en el movimiento escénico como en dotar a la representación de un excelente ritmo. Se ha apoyado en un buen elenco para transmitirnos los complicados personajes. Fernando Gil es el príncipe Mishkin y le transmite sinceridad e inocencia, aunque no pude evitar que me recordara en algunos momentos a otro personaje reciente, el Christopher de El curioso incidente del perro a medianoche. A Marta Poveda la he visto en varias ocasiones, sobre todo la recuerdo de la CNTC. Creo que ha madurado y aquí hace una Natasia muy convincente en el que probablemente es el personaje más complejo de la obra. Me gustó mucho Vicky Luengo como Aglaya, la rival de Natasia. No la conocía. Jorge Kent completa adecuadamente el cuarteto principal, aunque su personaje, como ya he dicho, me parece poco definido.
Capítulo aparte para la puesta en escena en general y escenografía en particular, muy limpia y sencilla, jugando con gasas que tamizan la luz y dividen la acción. La iluminación corre a cargo de Juan Gomez-Cornejo, el vestuario de Alejandro Andújar, el espacio sonoro, muy acertado, de Alberto Granados y las proyecciones de video que conectan a los personajes con las pinturas de Lucien Freud, de Alvaro Luna.
Un espectáculo sobresaliente y muy recomendable, aunque ya a punto de terminar las representaciones, y no creo que sea posible encontrar entradas para las que quedan. Lo cierto es que ha despertado mi interés por leer la novela.
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