Con la expectación que suele acompañar a sus películas se ha estrenado la vigésimo primera dirigida por Pedro Almodóvar. Una película que, sin ser autobiográfica, si responde a diferentes momentos y situaciones de su vida y carrera. Esta auto-referencia o autoficción es más habitual en la literatura, pero también el cine nos ha dejado ejemplos en directores tan diferentes como como Fellini, Woody Allen o Ingmar Bergman.
Salvador Mallo (Antonio Banderas) es un prestigioso director de cine que lleva años sin dirigir como consecuencia de la edad (60 años), y su precario estado físico (fuertes dolores en la espalda). Todo ello le sumerge en una depresión que le aisla de los demás. Su memoria le llevará hasta su infancia en el pueblo valenciano de Paterna en los años 60 junto a sus padres, su primer deseo, la madre. Y después una serie de reencuentros, que le enfrentan a la mortalidad, la escritura como única terapia para olvidar lo inolvidable, el temprano descubrimiento del cine y el enorme vacío ante la imposibilidad de seguir rodando.
Almodovar recorre y ficciona a través de su alter ego, Salvador Mallo, algunos momentos y circunstancias de su vida, algo que lleva haciendo en mayor o menor medida a lo largo de toda su filmografía y que en este caso hace mediante una narrativa un tanto desordenada y caprichosa. Su infancia, su relación de niño con su madre, sus desencuentros con algunos actores/actrices, aquí representados por Asier Etxeandía, su presencia en la movida de los 80, su operación de espalda y efectos posteriores, etc. Y lo hace muy bien en bastantes momentos, especialmente los referidos a la infancia y su relación, ya adulto, con la madre. Otros, sin embargo, me parecen poco afortunados. El colegio, los curas, su falta de formación en algunas materias por pertenecer al coro... Y en general todo lo que se refiere a su crisis creadora, excesivamente alargada y que no consigue captar mi interés. Aunque en algunos de esos momentos surge el brillo de situaciones como el monólogo de Asier. Y a destacar, especialmente el brillante giro final.
Antonio Banderas es absoluto protagonista. Me gustaron más los secundarios como el mencionado Asier Atxeandía, Julieta Serrano, Leonardo Sbaraglia y Penélope Cruz, aunque ésta vuelve a repetir su papel de mujer de pueblo "echada p'alante" que ya le hemos visto varias veces. Y hay una serie de presencias (casi cameos), como Cecilia Roth, Raúl Arévalo, Nora Navas, Susi Sanchez, Rosalía y otros.
Dolor y Gloria nos habla de la dificultad de la creación, de como es inseparable de la propia vida. En el proceso de recordar el pasado, Salvador recupera la necesidad de volver a dirigir.
En conjunto me ha gustado.
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