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La ley del menor
Ian McEwan
Anagrama
210 Pag.
Décimotercera novela del británico Ian McEwan y la tecera que he leído junto con la muy lograda Expiación y la menos interesante Chesil Beach, las tres tienen en común la importancia capital, en su desarrollo, de un incidente o malentendido de naturaleza sexual que altera ,de alguna manera,el comportamiento y las vidas de los personajes.
Fiona Maye , magistrada del Tribunal Superior de Justicia y especializada enderecho de familia, ha llegado al borde de la sesentena con una trayectoria laboral impecable, una buena posición y una casa confortable, un marido profesor de historia, no muy reconocido, pero lo suficientemente atractivo aún como para ser tentado por mujeres más jóvenes.
La novela tiene tres nudos argumentales fundamentales, la relación sentimental de la pareja, la compleja actividad jurídica de Fiona y la conflictiva implicación en sus vidas de uno de los casos judiciales a resolver.
Sin dilación McEwan, ya en el primer capítulo, aborda los tres temas,Jack el marido de Fiona,cínicamente la propone que quiere iniciar una relación extramatrimonial y quiere contar con su consentimiento, algo que no obtiene:
Cuando le amenazó con poner fin al matrimonio si él seguía adelante, él se había limitado a repetirse, le había repetido lo mucho que la amaba, que siempre la amaría, que no había otra vida que la que estaban viviendo, que su insatisfacción sexual le hacía muy infeliz, que tenía aquella oportunidad y quería aprovecharla con su conocimiento y, confiaba, su consentimiento, Le hablaba abiertamente. Podría haberlo hecho "a sus espaldas". Sus flacas, implacables espaldas.
Para mí esta parte de la trama, me parece la más floja y la más previsible en su desenlace final, aunque resulta necesaria para entender los comportamientos de Fiona, su debilidad anímica,su vulnerabilidad durante toda la novela, que justifica en parte sus comportamientos.
Desde este primer capítulo sabemos de la actividad judicial de Fiona, vamos conociendo los distintos casos que debe fallar,donde debe decidir sobre los derechos de los menores, derechos que prevalezcan que les blinden sobre los de sus progenitores, casi siempre mediatizados por escrupulos religiosos sean judíos, musulmanes o católicos, ortodoxia y fé enfrentados a la justicia, como en el caso de unos hermanos siameses donde uno debe ser sacrificado para que otro viva, a lo que sus católicos padres se niegan:
En esta espantosa contienda sólo había un desenlace más o menos deseable, pero no era fácil encontrar una vía conforme a derecho. Presionada por el tiempo, ante un mundo ruidoso que aguardaba , descubrió una solución plausible en un plazo inferior a una semana y en trece mil palabras. O al menos así lo sugirió el Tribunal de Apelación, sometido a una fecha límite aún más coercitiva, al día siguiente de que ella dictase sentencia. Sin embargo, no cabía admitir la presunción de que una vida valiese más que la otra. Separar a los siameses supondría matar a Matthew. No separarlos equivaldría, por omisión, a matar a los dos. El espacio jurídico y moral era estrecho y la cuestión debía exponerse como una elección del mal menor.
Me gusta esta parte de la trama, McEwan se ha documentado muy bien y retrata bien la cotidianidad y el funcionamiento de la judicatura británica, sorprende al lector español la rapidez con la que se actúa, la coordinación eficaz entre estamentos, curiosidades como esa especie de "bolos" de refuerzo jurídico por distintas ciudades para casos importantes .
El tecer nudo argumental , clave en la novela, viene de la mano de un joven de diecisiete años, Adam Henry,enfermo de leucemia, cuyos padres, testigos de Jehová, no dan al hospital la conformidad para que su hijo reciba las transfusiones de sangre imprescindibles para su mejora ,otra vez la religión,después de oir los distintos alegatos, Fiona decide desplazarse al hospital y conocer de primera mano la opinión del muchacho , ya tan próximo a la mayoría de edad ,quedando impresionada por el magnetismo y personalidad de Adam, su aureola de héroe romántico que escribe poesías y aprende a tocar el violín "un primo de Keats o de Shelley":
El escaso conocimiento que Adam tenía del mundo lo hacía atractivo, pero también vulnerable. Estaba conmovida por su delicadeza , por la intensidad con que miraba fijamente a su hoja de papel quizá intentando oír de antemano su poema a través de los oídos de Fiona. Ella decidió que probablemente era un chico muy querido en su familia.
El muchacho interpreta al violín la melodía tradicional irlandesa basada en el poema de Yeats "Down by the salley gardens", Fiona conocedora de la canción improvisa un duo,Adam queda fascinado.
Fiona falla a favor del hospital que ya puede prescindir del consentimiento de los padres para su tratamiento, Adam comienza su mejoría, y en el fondo los padres respiran aliviados, su hijo vive y su escrupulosa conciencia tranquila; con la recuperación Adam siente una romántica atracción por Fiona, en forma de cartas y emails que no reciben respuesta, la sigue hasta Newcastle y la propone algo sorprendente , ir a vivir a su casa ella le convence que vuelva con sus padres :
-Tienes que irte-
Suavemente aferró entre los dedos la solapa de la fina chaqueta de Adam y lo atrajo hacia ella.Su intención era besarle en la mejilla, pero cuando ella se aupó, y él se agachó un poco y se acercaron sus caras, el giró la cabeza y sus labios se juntaron. Ella podría haber retrocedido, podría haberse apartado inmediatamente.Pero se entretuvo, indefensa ante la situación. La sensación de una piel sobre la otra no daba posibilidad de elegir. Si era posible besar castamente de lleno en los labios fue lo que ella hizo. Un contacto fugaz, pero fue algo más que la idea de un beso, más de lo que una madre podría dar a un hijo adulto. Durante dos segundos, quizás tres. Tiempo suficiente para percibir en la suavidad de sus labios todos los años, toda la vida que le separaba de él. Al despegarse, una ligera adhesión de la piel podría haberlos fundido de nuevo. Pero unos pasos se aproximaban por la grava y los escalones de piedra. Fiona le soltó la solapa y repitió:
-Tienes que irte-
Este párrafo es fundamental en la novela es el que trastoca las vidas de los personajes, un simple beso que para Fiona supone un riesgo, una trasgresión de su impecable carrera profesional, un beso que para Adam supone una traición y para Jack que había vuelto a casa tras su fallida aventura una incomodidad y la no aplicación del doble rasero.
Novela que se lee con facilidad ,de estructura más bien clásica con un buen tratamiento de los conflictos emocionales.No desvelaré los sucesos finales pero si hay un momento final muy cinematográfico, en un concierto para sus colegas jueces, Fiona vueve a interpretar "Down by te salley gardens".
Estabamos junto al río mi amor y yo en un campo,
y en mi hombro inclinado ella posó su mano de nieve.
Me pidió que tomara la vida con calma,
tal como la hierba crece en las riberas;
pero yo era joven e insensato y ahora soy todo llanto.
Sigo a Ian McEwan desde que leí Expiación y Sábado, probablemente lo mejor que ha escrito. Siempre encuentro cosas interesantes en sus relatos, aunque en los últimos años se observa que ha bajado el listón en su producción. Me gustó mucho el personaje de la jueza, no tanto el de Adam y muy poco el del marido.
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