jueves, 18 de agosto de 2016

Cine: AL FINAL DEL TUNEL


Hace unos meses comentaba Cien años de perdón, una coproducción de intriga y acción entre Francia, España y Argentina. Nos llega ahora otra coproducción entre España y Argentina, otra película de intriga y acción, con algún punto de conexión con la anterior. En ambas se trata de llegar hasta las cajas de seguridad de un banco para, aparte de robarlas, hacerse con el contenido de una de ellas que contiene las pruebes de una corrupción, bien sea política bien policial. En esta ocasión hay que decir que prima la intriga y el suspense sobre la acción ya que se desarrolla en un espacio reducido y el protagonista está en una silla de ruedas con lo que su capacidad de acción es limitada.

Situada y rodada en Argentina, está dirigida por Rodrigo Grande que es también autor del guión. No recuerdo haber visto ninguna de sus películas anteriores.



Joaquín vive solo con su perro en un caserón oscuto y enorme, en cuyo sótano trabaja arreglando ordenadores. Es un experto informático confinado en una silla de ruedas. Para ayudarse económicamente alquila una habitación a Berta y su hija de seis años que lleva dos sin hablar. Una noche, mientras trabaja en el sótano, se da cuenta de que alguien está construyendo un túnel que pasa por debajo de su casa para robar un banco cercano. Joaquín utilizará todos sus conocimientos de informática y sus limitadas capacidades para frustrar el plan y hacerse con el botín.

La película está bien llevada y consigue mantener la tensión, si se dan por buenos unos planteamientos un tanto forzados y faltos de verosimilitud. Es curioso que partiendo de una base tan frágil, sin embargo sea muy cuidadosa en detalles que facilitan el desarrollo posterior y las soluciones a las diferentes situaciones que se presentan. Parece que prime la lógica de las soluciones sobre la verosimilitud de las situaciones.

Lo menos atractivo de la película son los personajes. Demasiado tópicos. Aunque los dos principlaes se benefician de la presencia convincente de Leonardo Sbaraglia y Pablo Echarri, dos buenos actores. La chica es Clara Lago, con un sorprendente acento argentino. Es un personaje que da la sensación de estar allí para que haya un personaje femenino para facilitar la comercialidad. También están Federico Luppi, en un papel poco lucido, Javier Godino al que vi en Muñeca de porcelana esta primavera acompañando a José Sacristán y Walter Donado el antagonista de Sbaraglia en Relatos salvajes.

Está muy conseguido el ambiente del caserón donde se desarrolla la acción y las escenas que se desarrollan en el túnel, con el suspense correspondiente. Lástima que la historia y los personajes sean tan poco consistentes. Pero puede gustar. Y hay que lamentar que las críticas hayan descubierto algunos de los giros del guión que deberían sorprender al espectador. Por cierto, ¿que pasa con el perro al final?

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