Comedia de enredo de Francisco de Rojas Zorrilla, se convierte en la versión que dirige Helena Pimenta en el Teatro Pavón en un juego de intercambio de identidades, de puertas que se abren y se cierran dando paso a personajes equívocos y complejos, propio de los vodeviles más modernos. Sorprende la habilidad con que Rojas Zorrilla desarrolla una trama que hoy no nos parece novedosa pero que lo debió ser en su momento.
Donde hay agravios no hay celos cuenta una historia de enredos en torno al amor, el deseo, la venganza, las diferencias sociales, los engaños, los agravios... donde un sentido del honor exagerado (para nuestros dias) puede impedir que imperen la razón y los sentimientos. A Madrid llegan Don Juan de Alvarado y su criado, Sancho, para conocer a Doña Inés de Rojas, con la que se ha prometido, pero sin conocerse más que por sus retratos. Atrás deja, en Burgos, una hermana deshonrada y un hermano muerto por un hombre del que espera poder vengarse. Doña Inés vive en la casa familiar con su padre y una criada, Beatriz, alcahueta y respondona, y sufre los acosos de su primo, Don Lope, que la visita de noche con la complicidad de la criada. Llega a Madrid, también, la hermana deshonrada, Doña Ana, que también se aloja en la casa y se suceden los enredos.
El montaje es ágil y bien llevado, recalcando el carácter cómico de las situaciones. Es una comedia, no un drama. Los intérpretes, en general, correctos. Destacan, en mi opinión, los personajes femeninos, interpretados por Natalia Millán (Doña Ana), a la que recuerdo en El mercader de Venecia, y que ha destacado en Cabaret y Cinco horas con Mario. Es bailarina y cantante, con una voz apreciable. Clara Sanchis es Doña Inés. La recuerdo de Agosto y El curioso impertinente. Por último, Marta Poveda es Beatriz. De ella recuerdo Burundanga y varias de las últimas obras de la CNTC (La vida es sueño). Me parece una buena actriz, pero con una voz de acatarrada permanente, que le impide destacar como merecen sus cualidades. Y entre ellos, David Lorente, en el papel de Sancho (los papeles de criados son siempre muy agradecidos en este tipo de teatro) y Fernando Sansegundo, siempre eficaz, que es además es autor de la versión.
Creo que si se acortara un poco el núcleo central de la obra, algo reiterativo, quedaría un espectáculo francamente bueno, en el que no molestan los intermedios musicales, aunque la música de tango interpretada por el acordeonista bieloruso Vadzim Yukhnevich, suene un tanto anacrónica, y donde las escenas de duelos a espadas están bien coreografiadas.
Podéis ir a verla el dia 3 de diciembre, en la salida que organiza Maite. Os la recomiendo.
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