Intemperie, la novela de Jesús Carrasco publicada en 2013, fue elegida como la mejor novela por los lectores de El Pais y Libro del año por los libreros españoles. Un gran éxito que formó parte de nuestras lecturas en el curso 2013-14. Ahora nos llega la versión cinematográfica dirigida por Benito Zambrano, director de pocas pero destacadas películas como Solas (1999), ganadora de cinco Goyas y La voz dormida (2011), sobre la novela de Dulce Chacón. Inauguró la Seminci en Valladolid.
Recuerdo con agrado la novela de Jesús Carrasco y he encontrado en la película las situaciones que más quedaron en mi memoria. Esta adaptación, hecha por el propio Zambrano y Pablo y Daniel Remón, dos prestigiosos guionistas y dramaturgos, ha renunciado al planteamiento de la novela que no situaba la acción ni temporal ni localmente, aunque muchos lectores pensamos que ocurría en la España rural alrededor de la Guerra civil, y la han situado en Andalucia, 1946. Cuenta Zambrano que el guion le llegó con lo difícil ya hecho: los hermanos Remón ya habían sabido extraer la película que había dentro de la novela. Lo que él hizo fue llevarla a su terreno, concentrar el drama sin perder la acción, desarrollando personajes, aportando otros nuevos, cambiando la edad del personaje de Luis Tosar, y el papel del villano: de alguacil administrativo a capataz de latifundio, subrayando así la denuncia social y la política y haciendo desaparecer el componente religioso de la novela.
Un niño escapa de su pueblo dispuesto a alejarse lo más posible de la vida que lleva allí de pobreza y de sumisión, casi esclavitud, junto a sus padres y a su hermana. Lo que queda ante él es una llanura infinita y árida que deberá atravesar si quiere alejarse definitivamente del infierno del que huye. Ante el acecho de sus perseguidores al servicio del capataz del pueblo, sus pasos se cruzarán con los de un solitario cabrero pastor que le ofrece protección.
Una notable película, dura y cruel como el escenario en que se desarrolla. Zambrano y los hermanos Remón han convertido la historia en un western emparentado con historias tan españolas como Los santos inocentes. Una historia donde la huida y la persecución se dan la mano con la amistad y la compasión. Todo ello narrado con tensión e intriga, con un ritmo bastante pausado y con una estética que nos lleva a las películas del oeste. Porque estamos hablando de un western situado en tierras de Andalucía. Como dice el director, este es el gran género rural del cine y aquí estamos en el campo árido, con polvo y caballos. El paisaje, muy bien utilizado por Zambrano, es un elemento fundamental, el secarral en el que se desarrolla la narración es un personaje más de la historia, impregnando a esta la sensación de soledad y abandono de los protagonistas.
Se apoya, además, en las interpretaciones, especialmente las de Luis Tosar (otro actor que siempre está bien) y el niño Jaime López, al que vimos en Techo y comida (2015) junto a Natalia de Molina. Y una niña, Elisa López Pinilla, la hermana del personaje, en sus breves intervenciones, llenas de emoción. Luis Callejo, Vicente Romero y Manolo Caro destacan también.
Es una lástima que se hayan cargado tanto las tintas en la maldad de los personajes perseguidores. Son demasiado "malos", sin el menor rastro de humanidad, un tanto esquemáticos, lo que les convierte casi en caricaturas. Y la resolución de la historia, demasiado cercana al clásico duelo final de las películas del oeste. Muy bien rodada, con tensión, pero más propia de un western de Sergio Leone que de un drama rural.
Pese a estas pegas, me pareció una película muy recomendable, uno más de los buenos títulos del cine español este año, y que me sorprendería que no estuviera en varios apartados como finalista de los Goya.
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