En 1982 se estrenaba Blade runner, una historia de cine negro situada en un ambiente de ciencia ficción. Aunque no fue un éxito de público sí ha conseguido la calificación de película de culto, ese término un tanto indefinido en el que se agrupan "títulos a las que se les profesa gran admiración por parte de un grupo específico y numeroso de personas". A menudo son filmes ignorados en su estreno y posteriormente reivindicados por crítica y/o público. La dirigía Ridley Scott, ese director capaz de hacer grandes películas y, sobre todo, grandes decepciones.
Como se recordará, en Blade runner Harrison Ford es un policía encargado de buscar y "desactivar" (eliminar) a un grupo de androides (replicantes) rebeldes. Unos replicantes que cada vez se van pareciendo más a sus creadores humanos, tanto físicamente como en su capacidad de sentir y soñar.
Ahora nos llega una continuación, situada treinta años después, dirigida por Denis Villeneuve, un director del que me he ocupado en varias ocasiones en el blog, cuya presencia hace esperar siempre películas algo más que interesantes.
El agente K (Ryan Gosling), un caza-replicantes del Departamento de Policía de Los Ángeles, descubre un secreto que ha estado enterrado durante mucho tiempo y que tiene el potencial de llevar al caos a lo que queda de una sociedad cada vez más decadente. Su investigación le conducirá a la búsqueda del personaje principal de la película original, Rick Deckard (Harrison Ford), que lleva treinta años desaparecido.
Aunque creo que las películas deben ser comentadas al margen de que existan otras versiones anteriores, resulta inevitable en este caso referirse al primer Blade runner. Si la gran virtud de la película original era su extraordinario diseño artístico esta continuación no solo no le va a la zaga sino que en mi opinión, la supera. La fotografia de Roger Deakins, un director de fotografía que ha sido nominado al Oscar en trece ocasiones, que no ha ganado nunca y que suele trabajar con Sam Mendes, los hermanos Cohen y el propio Villeneuve, es extraordinaria. Creo que el diseño artístico es el gran valor de esta película.
No tan extraordinaria es la historia, una clásica narración de cine negro con un investigador que va desenredando una embrollada historia en la que descubre muchas cosas que no le gustan. Con una menor profundidad reflexiva sobre la vida, la muerte, la existencia y los sentimientos que la primera, aunque tampoco ésta fuera un tratado filosófico.
Y puestos a echar de menos, hay que decir que, mientras la primera se desenvolvía en medio de una sociedad, bajando a la calle donde veíamos a la gente como un enjambre, aquí, prácticamente, no hay nada de eso. Y era algo que contribuía a crear el clima de la película.
El reparto recupera a Harrison Ford en su papel de la primera y cuenta con Ryan Gosling como protagonista absoluto. Destacar la presencia de Jared Leto (ganador del Oscar al mejor secundario por Dallas buyers club) y Ana de Armas, actriz cubana popular en España por su presencia en cine y TV (Hispania y El internado).
En cualquier caso se trata de una película imprescindible para los amantes de Blade runner y muy destacada para cualquier aficionado al cine. Aunque su duración, excesiva en mi opinión, pueda echar para atrás a los espectadores. Y eso sí, hay que verla en pantalla grande. Una gran candidata a los Oscar llamados "técnicos" y quizá alguno de los otros.
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