lunes, 7 de diciembre de 2015

Cine: TECHO Y COMIDA


El año 2012 ha sido, probablemente, el peor año de la crisis. El año terminó con una tasa de paro del 26% concercade 6 millones de desempleados. Mas de 1.800.000 hogares tenían a todos sus miembros en paro. Cerca de la mitad de las familias monoparentales, con uno o mas niños dependientes vivía en riesgo de pobreza y exclusión. Cerca de 2 millones de personas buscaron la ayuda de Cáritas. Mas de 500 personas diarias fueron desahuciadas de sus viviendas ese año... Y la Selección española de futbol ganó la Eurocopa.

En ese marco sitúa  Juan Miguel del Castillo su primer largometraje que fue presentado en el Festival de Málaga, donde obtuvo el premio del público y el de mejor actriz.




Techo y comida nos presenta a Rocío una joven madre soltera y sin trabajo que no recibe ningún tipo de ayuda ni subsidio por lo que no puede hacer frente a los pagos del alquiler del piso en el que vive. Entre la vergüenza y el temor a perder la tutela de su hijo Adrián, de 8 años, Rocío sufre en soledad una situación de precariedad que empeora cada día. Vive en Jerez de la frontera, Jerez de la Frontera,  la primera gran ciudad andaluza y la segunda del país con mayor porcentaje de parados. El mismo dia en que España gana la Eurocopa, Rocío tiene que hacer frente al desahucio.

Durante 90 minutos acompañamos a Rocío en una situación que roza la desesperación. La búsqueda de trabajo y de comida. Las soluciones de emergencia ante la falta de electricidad e incluso agua en su vivienda, que acabará perdiendo,  y el intento de mantener el tipo para que nadie se plantee que no está en condiciones de mantener a su hijo. Drama social sin solución ni respiro, que nos deja con el corazón en un puño y que, sin embargo, sabemos que se ha dado y sigue dándose en muchas familias españolas.

“Escribí esta historia enfadado por el caso de una vecina. Mi intención ha sido dar voz a estas familias afectadas por los desahucios y despertar a la gente dormida" explica el realizador, quien consiguió levantar su proyecto sin subvenciones ni ayudas gracias al micromecenazgo.

Película pausada, sencilla, sin estridencias ni tremendismos. Con una Natalia de Molina que da vida a Rocío haciéndonos sentir mal y dándonos ganas de ayudarla.  Aunque se echa de menos algo más de desarrollo dramático. Se trata, simplemente de reflejar una situación a la que no sabemos, aunque podemos suponerlo,  como se ha llegado. Ni por qué Rocío no pide directamente la ayuda de su vecina cuando esta se tiene que marchar. Película que merece mejor suerte de la que, probablemente, va a tener en taquilla.

Natalia de Molina, debutó en Vivir es fácil con los ojos cerrados  interpretación por la que obtuvo el Goya a la mejor debutante. Aquí confirma que tiene futuro. El resto de los intérpretes acompañan de forma adecuada, aunque a veces es difícil entender, especialmente a los niños.


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