jueves, 11 de septiembre de 2014

Teatro; JUGADORES en Teatros del Canal


A veces no me resulta fácil hacer un comentario y este es uno de esos casos.  Jugadores es una obra de Pau Miró que ha llegado a Madrid precedida por críticas muy elogiosas, está dirigida por el propio autor e interpretada por cuatro buenos actores. Todo ello parecía garantizar un espectáculo atractivo. Sin embargo no me ha gustado nada. No solo no me ha gustado, no ha conseguido interesarme, meterme en su acción. 

Jugadores nos presenta a cuatro personajes patéticos. Cuatro hombre cerca de los sesenta años, que han compartido su afición por el juego. Se reúnen convocados por uno de ellos, un profesor de Universidad expulsado por agredir a un alumno  que se enfrenta a un juicio por esa agresión. Les pide que testifiquen en su favor (lo único que pueden testificar es que se trata de un buen hombre, pacífico y que esa reacción violenta fue algo excepcional), pero cuando llegan a su casa  ni siquiera les ha anunciado su intención. Solo les ha pedido que vayan.

A partir de esta situación, conocemos a los personajes. El profesor  Miguel Rellán) está obsesionado con la figura de su padre, con el que sueña. Otro es barbero (Jesús Castejón en un papel que iba a interpretar el fallecido Alex Ängulo). Trabaja en la barbería de la que era propietario, pero tuvo que venderla y ahora va a ser despedido. Está casado, convencido de que su mujer le es infiel, pero su obsesión es que no le deje solo.
Luis Bermejo es un actor en paro, que se mueve haciendo "castings" sin que le contraten nunca. Con cierta homosexualidad latente, busca emociones cometiendo pequeños robos en el supermercado. Por último Ginés García Millán es un enterrador que malvive de su empleo y que encuentra su momento de felicidad junto a una prostituta ucraniana que le cuenta historias.

Como antes he dicho son patéticos, fracasados, perdedores, tristes, descolocados. Y la obra nos los presenta en una sucesión de escenas que nos los  muestran cada vez mas hundidos y que  culminan con la decisión de asaltar un banco para conseguir el dinero que necesita el profesor para indemnizar al alumno agredido. Un asalto tan absurdo como todo lo que se nos está contando. Todo ello en busca de esa emoción, esa subida de adrenalina que el juego representa para ellos. El final nos deja con la sensación de que su "éxito" va a durar tan poco como las ganancias que, en ocasiones, han podido obtener en el juego.

Todo esto podía dar lugar a una obra de teatro interesante, en la línea de un Harold Pinter (no es que me guste especialmente Pinter, pero sus obras, incluso si no me gustan, sí que me consiguen atraer, introducirme en la narración) pero lo cierto es que me pareció plana, sin interés ni emoción, sin que en ningún momento me transmitiera lo que el autor expone en su presentación de la obra. Todo a pesar del esfuerzo de unos actores que en otras ocasiones si me han gustado. ¿Culpa del texto, de la puesta en escena? No sé.




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