He visto en el Matadero, Un trozo invisible de este mundo. Estrenada la temporada pasada, tiene seis nominaciones para los Premios Max de teatro que se entregan el próximo día 26.
El primero corresponde a un agente de ¿aduanas? que expresa las teorías sostenidas por los que rechazan a los inmigrantes en todas partes, no solo en España, en ese tono paternalista tan utilizado por la derecha como propio. En el segundo Botto se transforma en un emigrante argentino que habla con su esposa por teléfono desde un locutorio. Inocente, mentiroso, entrañable. El tercero nos presenta a una mujer africana que se dirige a su hijo y le cuenta como la han engañado, como la han internado en un centro de acogida, su relación con algunas otras mujeres. Conmovedor.
La cuarta parte nos cuenta la historia de un desaparecido en la dictadura argentina. Un pobre delator que, en un arranque de dignidad, se niega a delatar a la mujer que le amó. Y el quinto es su sobrino. Tuvo que huir de Argentina cuando su tío desapareció. Desde entonces, estuvo en otros países, siempre a la busca de papeles. Ahora se va a celebrar el juicio contra uno de los responsables. El personaje podría identificarse, al menos en parte, con la experiencia del autor.
Todo ello está contado con ironía y con humor por un Juan Diego Botto, un actor que, hasta ahora, no me había convencido, que está enorme en sus caracterizaciones. con una puesta en escena y unos juegos de iluminación, sencillos pero muy eficaces.
La puesta en escena es de Sergio Peris Mencheta, de quien hablaba hace poco a propósito de Continuidad de los parques. Y con unos textos que consiguen conmoverte y emocionarte
Totalmente recomendable
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