martes, 15 de octubre de 2013

Trabajos sobre los personajes de "El Gobernador"



Como he dicho esta mañana en clase, creo que sería interesante que publicáramos nuestros trabajos a través del Blog. Aquellos, pocos, que os habéis dado de alta como autores lo podéis hacer directamente creando una nueva entrada. Si todavía no lo habéis hecho, o no habéis sido invitados, podéis mandarme el trabajo por correo y yo lo publico, a la vez que os hago llegar la invitación.

Aquí os presento mi trabajo sobre Germano André Valente, administrador general de Santo Tomé.



Descansa en paz, Sr. Gobernador, ahora que nos has dejado en paz a nosotros.

Lo cierto es que desde antes de tu llegada ya presentía que tu presencia en Santo Tomé nos iba a complicar la existencia. Conocía tus escritos acerca del trabajo de los negros en las haciendas. La verdad es que resulta difícil de entender cómo te designaron para este puesto. Un joven sin experiencia en la Administración y en las especiales circunstancias de las colonias. ¡Qué fácil es hablar y escribir de las cosas cuando no se conocen los auténticos problemas, cuando se está a miles de kilómetros de la realidad!

 El caso es que aquí llegaste, lleno de prepotencia. Mi bienvenida fue cuidadosamente meditada. Tú me miraste a los ojos, yo no te devolví la mirada. No quería que advirtieras lo poco que me complacía tu llegada. Traté de mantenerme al margen.  Realmente, salvo en la cena que ofreciste a los administradores, donde ya no tuve más remedio que forzarte a que empezaras a definir con quien estabas, si con nosotros o con los negros (o los ingleses, que en este caso era lo mismo), no nos encontramos hasta que, a petición del Coronel Maltez, te recibí en su nombre en la hacienda de Rio do Ouro. Allí quedó bien clara tu actitud hacia todos nosotros al despreciar la hospitalidad que se te ofrecía y decidir volver a la ciudad.

Poco después me citaste en tu despacho. Me humillaste al preguntarme a quien representaba, si al Gobierno o al Coronel. Me atacabas directamente, y tuve que morderme los labios para no darte la respuesta que merecías. Creo que ambos nos dimos cuenta de nuestro mutuo odio. Pero supe mantener la calma y dejar claro que, ante quien tenía que responder de mis actuaciones no eras tú, naturalmente, sino el ministerio. Tú eras mi superior político, pero no administrativo. No tenías ninguna jerarquía sobre mí y no tenía que facilitarte los documentos que me pedías. ¡Cómo me gustaba provocarte! Cómo advertí que te molestaba que empezara mis frases con ese “como sabe”, no perdía ocasión de hacerlo.  Ante tus amenazas,  mi despedida: Comunique a Lisboa lo que le parezca, Sr. Gobernador.

Pero cuando llegó el cónsul inglés todo fue a peor. Planteaste unas exigencias respecto a la finalización y renovación de contratos totalmente irrealizables. No eras consciente de que la repatriación de los trabajadores hubiera supuesto la ruina de las haciendas. Ese dia en que me convocaste nuevamente a tu despacho, tuve que decírtelo. Se veía claramente que tomabas partido por el inglés, el Sr. Jameson, en contra de los intereses de nuestros hacendados. Te indignaste y me volviste a amenazar. Pero ese solo era el principio del fin. A partir de ese momento, tus humillaciones serían correspondidas. Los hacendados estaban informados de tu postura y tus andanzas con la pareja de ingleses.

Tu actuación en el juicio de la Rio do Ouro no dejó lugar a dudas. El juez me designó como defensor de oficio de los acusados y tú interviniste solicitando actuar como tal. Fue tu sentencia. Estaba claro en qué equipo jugabas. Y esto tenía que saberlo todo el mundo. Yo no estuve en la isla de Príncipe, pero una vez más tu actuación, tu trato con el subgobernador y el administrador de la hacienda, no dejaron lugar a dudas. Eras el defensor de los negros. No te importaba lo más mínimo el porvenir de las haciendas y su rendimiento. Nos humillabas. Tenías que quedar como el humanitario defensor de los derechos de los negros ante el cónsul inglés y su mujer. Su mujer... Esa zorra que se te había abierto de piernas sin el menor decoro y ponía los cuernos a su marido. Todos lo sabíamos. Y el ministro también lo supo. No fuiste capaz de darte cuenta de lo que pasaba hasta que ya no tenía remedio. Entonces llegó el enfrentamiento final cuando empezó la repatriación de los negros. Públicamente me afrentaste, me amenazaste y me insultaste. Pero para entonces ya estaba la decisión tomada. Te íbamos a chantajear con denunciarte por adulterio, a ti y tu zorra inglesa si no conseguías que el inglés suavizara su informe. Confiábamos en  que cederías al chantaje y conseguirías que el inglés también cediera para evitar el escándalo. Nos equivocamos. No esperábamos tu reacción, la verdad. Sabíamos que teníamos la partida ganada. O atendías al chantaje o renunciabas. En cualquier caso eso suponía librarnos de ti. Pero tu reacción nos sorprendió. Luego supimos que no fue solo nuestra amenaza lo que la ocasionó. Parece que el negro ese al que salvaste en Príncipe tuvo algo que ver. Pero la partida la perdiste igualmente. Y la perdimos todos. El informe del inglés nos hundió.


 Descansa en paz Luis Bernardo  Valença. Descansa en paz.

Joaquin, Pozuelo, octubre 2013

5 comentarios:

  1. Hola hola hola, estoy probando...
    Aurora

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  2. Enhorabuena, Joaquín, por el trabajo sobre Germano André, personaje de El Gobernador. Has utilizado una técnica para complementar la historia que nos ha contado el narrador omnisciente, y es la de dar voz a uno de los personajes para conocer los hechos desde otro punto de vista. Así, el lector tiene más información sobre los hechos y los personajes.
    Un saludo
    Aurora Martínez

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  3. Estoy intentando entrar con algún comentario de prueba para comprobar que el procedimiento funciona. Gracias.

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