miércoles, 23 de marzo de 2016

Teatro: VIDA DE GALILEO


El Centro dramático nacional ha presentado en el Teatro Valle Inclán a lo largo del último mes y medio, la obra de Bertolt Brecht Vida de Galileo, en versión de Ernesto Caballero.


Bertolt Bretch escribió hasta tres versiones de esta obra, que está considerada una de las más importantes del autor. La primera en 1938, la segunda en 1946 en colaboración con Charles Laughton, actor que la protagonizó en Estados Unidos y la tercera en 1955. Esta última versión se ve muy influida por la II Guerra mundial y, en espacial, por el uso de las bombas atómicas contra Japón. Brecht murió en 1956 cuando estaba ensayando esta última revisión.





La obra responde claramente a la idea que tengo del teatro de Brecht. Un texto casi didactico, explicativo, distanciado. Con más reflexión que emoción, realiza un recorrido por la vida del matemático, físico y astrónomo desde 1609, cuando desarrolló el telescopio a partir del modelo creado por un holandés hasta que tras su retractación en 1633, pasó a vivir retirado, en arresto domiciliario, aunque sin abandonar sus estudios, lo que le permitió que, casi ciego, pudiera transmitir sus últimos escritos. La obra nos plantea el temor de los poderes establecidos a que las novedades científicas puedan desestabilizar todo un sistema social y político, pero también la vertiente ética de la ciencia, el avance científico y el desarrollo de la Humanidad. 

Tal como manifiesta Ernesto Caballero en el Cuaderno pedagógico del CDN, cuando Galileo desarrolla sus investigaciones,  la Iglesia era el orden establecido en el plano político pero también en el social e intelectual. Lo que plantea Brecht es el tema de la resistencia de toda una estructura establecida al cambio y cómo hay una reacción natural  de ponerse a la defensiva, para evitar la incertidumbre de  reinventar la explicación del mundo. Eso cuestiona principios y relaciones de poder. Brecht habla de la ciencia y de muchas otras cosas, de la necesidad de no dar por inamovibles los principios por más inmutables que parezcan, incluso los de la ciencia. Ese es el tema de la obra: la responsabilidad social del científico, y también de la resistencia a la verificación empírica de los fenómenos, de cómo las creencias pueden ser refractarias a la razón. Galileo piensa que a él no le va a pasar como a Giordano Bruno que fue condenado a la hoguera por sostener idénticas ideas a las suyas, porque ahora sus afirmaciones se pueden comprobar. Su error, es pensar que las pruebas irrefutables pueden vencer un sistema de creencias.  Como dice el director, las opiniones se pueden cambiar, pero es mucho más difícil cambiar las creencias. 

A lo largo de la obra se suceden escenas, introducidas con canciones, con una extensa galería de personajes. Su hija, Virginia, la Sra. Sarti, su ama de llaves, madre de su discípulo Andrea por una parte, por otra los "signori" de Venecia, la corte, los militares y los universitarios y , por último, el  grupo de los eclesiásticos con el Cardenal Inquisidor y Cardenal Barberini, que se convierte posteriormente en el Papa Urbano VIII, a la cabeza. 

La puesta en escena utiliza un escenario circular, giratorio en algunos momentos, en lugar del tradicional escenario a la italiana, con la idea de cambiar la perspectiva del escenario. El espectador está en todos lados. La Tierra ya no está en un punto fijo. Se trata según el escenógrafo, Paco Azorín, de un intento claro de acercamiento, no solo físicamente sino intelectual y emocionalmente por parte del espectador. La utilización de proyecciones sobre el suelo contribuye eficazmente a la puesta en escena y a introducirnos en la acción. Lo que me pareció superfluo fue el inicio con Ramón Fontseré como el propio Brecht que se dispone a interpretar a Galileo. Podía ser una buena idea si se hubiera llevado más allá a lo largo de la representación, pero así queda como algo innecesario.

Galileo es Ramón Fontseré, actor vinculado al grupo Els Joglars, que dirige actualmente y al que hemos podido ver en numerosas obras de ese grupo y en películas como Vivir es facil con los ojos cerrados y Soldados de Salamina. Me gustó su interpretación. El resto del reparto, muy extenso, con muchos actores que interpretan varios personajes, me pareció muy ajustado. Destacar, quizá, a Ione Irazabal y Tamar Novas, cuyos personajes se mantienen a lo largo de toda la obra y Alberto Frías, Paco Déniz y Pepa Zaragoza por sus canciones.

En conjunto un montaje estimable, quizá un poco excesivo en su duración, pero en cualquier caso muy interesante y recomendable. Aunque la obra ya ha terminado sus representaciones en el Valle Inclán.

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