martes, 8 de marzo de 2016

Cine: LA ACADEMIA DE LAS MUSAS


Película difícil de clasificar. Rodada al margen de la industria, prácticamente con dos cámaras domésticas, sin   director de fotografía, ni eléctricos ni sonidista. “Nada de nada. Utilicé lo mínimo”, precisa el realizador, José Luis Guerín, que la define como  una película en torno a la creación y al deseo, al amor, y sobre la belleza de la palabra y el diálogo", ficción rodada con técnica de documental. 


  
 La historia se desarrolla en torno a un curso en la Universidad de Barcelona elaborado a partir de la figura de Dante. En el, el profesor Raffaele Pinto genera una relación con y entre algunas de sus alumnas, que da lugar a diferentes encuentros y desencuentros entre ellos así como a viajes a Cerdeña y Nápoles   que propician infidelidades del profesor que, en algunos momentos da la sensación de utilizar sus cursos para seducir o ser seducido por sus alumnas. Paralelamente asistimos a una serie de conversaciones del profesor con su pareja, la filóloga y escritora Rosa Delor que es una voz sensata entre una serie de consideraciones demasiado intelectuales en ocasiones. 

Raffaele Pinto es profesor de filología italiana en la Universidad de Barcelona, con la que colabora desde 1974. Nació en Nápoles en 1951. Es especialista en Dante, preside la Sociedad catalana de estudios sobre este autor y coordina el seminario de psicoanálisis, cine y literatura de la Universidad. Uno de sus temas principales de investigación es la teoría literaria con atención especial a las teorías psicoanalíticas de la literatura y el cine. Su mujer no es ajena a esta actividad. Hace poco leí un estudio suyo donde relacionaba el personaje de la protagonista de Los pájaros (Hitchcock, 1963), con la Beatriz de la Divina comedia (?) a través de personajes femeninos de películas de Fellini.


Resulta difícil aproximarse a una película como esta, a caballo entre ficción y documental, donde prima la palabra y la reflexión intelectual. Creo que lo más destacado es su proceso de gestación. Se partió de la idea de una hipotética escuela de musas que inspirarían a los artistas para que recobrasen la pureza del arte, una idea que atrapó a Emanuela Forgetta, profesora de lengua y literatura catalana en Cerdeña y a su grupo de amigos, Guerín, el profesor Pinto y su mujer y otra filóloga, antigua alumna de Pinto. El director asistió a una de las clases de Pinto y la filmó. Así con la idea de Emanuela  y las filmaciones de Guerín, se desarrolló la película que fue tomando cuerpo sin un guion predeterminado. El grupo se dio cuenta del potencial de lo que tenía entre manos y ya no se detuvo. La realidad se mezcló con la ficción y se convirtió en película. 

La musicalidad tiene un papel importante, no solo en el canto de los pastores sardos, sino por que de la sonoridad de la poesía parte la primera de las clases de Pinto que vemos. Pero es necesario un contrapunto a esas palabras, otras palabras que pongan en duda las del profesor. De ahí surgen las conversaciones domésticas entre Pinto y su mujer, entre Pinto y sus alumnas y entre las propias alumnas reales del profesor. Guerín deja que los actores se interpreten a si mismos. Sus palabras no están escritas previamente. Pero la historia es ficción.

Todo esto da lugar a una película que más parece un ensayo (en su concepto literario) que una película al uso. Muy interesante formalmente, no lo es tanto en su contenido, demasiado teórico e intelectual para el espectador medio. 

Y surge la duda de si tiene sentido este tipo de cine, más allá de la experimentación del lenguaje y la propia satisfacción del cineasta. No cabe duda de que la industria y el mercado no están por la labor. Ni tampoco tiene sentido, en mi opinión, que este cine se exhiba en la misma sala y al mismo precio que El renacido, Spotlight  o cualquiera de los productos de Hollywood o del cine español, probablemente menos interesantes y con menor contenido intelectual, pero mucho más atractivos para el público. A pesar de las excelentes críticas y premios obtenidos, en la sesión a la que yo asistí estábamos seis personas. 

Sean bienvenidos, de todas formas intentos de un cine distinto, artesanal, como el de La academia de las musas y, en general, el de José Luis Guerín.


1 comentario:

  1. En general me gustan las películas pequeñas, pero esta me ha parecido pretenciosa y aburrida, solo salvo las escenas de Cerdeña y Nápoles.

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