Termina un curso. Un curso en
que nos hemos acercado, como siempre a diferentes obras literarias de todo
tipo. Ensayos variados, (Erich Fromm,
Carlos Fuentes, Goytisolo, Edwards), obras clásicas, (Ovidio y Quevedo), clásicos del siglo XX como Conrad, Bioy Casares, Raymond Chandler o Joyce. Novela actual, como
Intemperie, Todo está tranquilo arriba o
Una bendición. Una sesión de poesía con obras de Cernuda, e incluso una
obra de Shakespeare complementaria de esa dedicación al teatro que Maite nos ha
seguido organizando y que tuvo un final espléndido con Antígona.
Pero este curso es especial.
Por eso este texto no es una memoria sino un reconocimiento a la labor que Marisa ha llevado a cabo durante los veinte años
en que nos ha conducido por el camino de la lectura.
Ahora Marisa nos deja. Se
termina un ciclo. No sabemos qué nos deparará el Patronato de Cultura el curso
próximo. Pero de lo que estamos seguros es de que la persona que la sustituya
no podrá superarla en interés y dedicación.
Yo me incorporé hace sólo ocho
años, pero entre nosotros están presentes compañeros que la han acompañado a lo
largo de todo el camino. Y creo que todos compartimos el mismo sentimiento.
Este acto supone, pues, una
despedida. Pero no un adiós. Solo se dice adiós a quien desaparece, pero
independientemente de que ya nos ha anunciado su deseo de seguir en contacto y
abrir un punto de encuentro con nosotros, Marisa va a permanecer siempre en
nuestro recuerdo.
Para este momento, Cristina ha
escogido un poema de Claudio Rodriguez, Alto
jornal. Nos habla sobre la necesidad, y el placer, de realizar bien nuestro
trabajo... a pesar de todo. Y de sentir la vida, y de vivirla... de notar, con
fuerza y alegría, el sonido de nuestros pasos sobre la tierra, y de ver
sus huellas... fijarnos bien en ellas... y sonreír.
Creemos que recoge nuestro sentir sobre tu trabajo con
nosotros.
Con todo nuestro cariño
Alto
jornal
y se va por la calle, como tantos
días más de su vida, y no lo espera
y, de pronto, ¿qué es esto?, mira a lo alto
y ve, pone el oído al mundo y oye,
anda, y siente subirle entre los pasos
el amor de la tierra, y sigue, y abre
su taller verdadero, y en sus manos
brilla limpio su oficio, y nos lo entrega
de corazón porque ama, y va al trabajo
temblando como un niño que comulga
mas sin caber en el pellejo, y cuando
se ha dado cuenta al fin de lo sencillo
que ha sido todo, ya el jornal ganado,
vuelve a su casa alegre y siente que alguien
empuña su aldabón, y no es en vano.
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