Con dirección de Alfredo Sanzol, la Joven Compañía de teatro clásico presenta en la sala Tirso de Molina del Teatro de la Comedia esta obra de Lope de Vega. Ya estuvo en cartel a finales de 2017, posteriormente en el Festival de Almagro, al que corresponde el vídeo y, ante el éxito obtenido, ha vuelto nuevamente hasta el 3 de febrero, con algún cambio en el reparto
Octavio ha decidido casar a su hija Finea con Liseo, pero éste se enamora de Nise, su hermana. Finea es muy “boba” pero al enamorarse de Laurencio encuentra la motivación para aprender. A partir de ahí todos tratarán de cambiar la decisión de Octavio.
Un resumen que no hace honor a una de las mejores comedias de enredo del autor. El amor saca lo mejor de nosotros, podría decirse que es la propuesta de Lope en esta obra.
La puesta en escena se ve un tanto condicionada por las características de la sala. Un espacio pequeño, rodeado por dos o tres filas de asientos para un total de cien espectadores. Esto da lugar a una proximidad con los intérpretes que se agradece, pero también a que estos vean limitada su actividad que, por otra parte está llena de movimiento, saltos, carreras y bailes. Y les obliga además a un constante ir y venir para mantenerse de cara al público. Y lo hacen muy bien.
El montaje prescinde de decorados y vestuario de época, algo que no es raro en el teatro actual pero que no es lo que se espera de una compañía nacional y una sala como la del Teatro de la Comedia.
La juventud de los actores da lugar a que no exista la variedad de edades que deberían darse. Esto en un escenario alejado del público se notaría menos pero en este caso resulta chocante que el padre tenga la misma edad que sus hijas y pretendientes.
En un reparto con doce actores se da, lógicamente, cierta desigualdad en su calidad. Algunos de ellos estaban en el montaje de Luces de Bohemia dirigido por el mismo Sanzol, en el María Guerrero. Destacan especialmente, en mi opinión, Paula Iwasaki, Guillermo Serrano, Cristina Arias y Alejandro Sigüenza, pero en general se muestran en un alto nivel, con notable dicción del verso, si bien en bastantes momentos resultan demasiado gritones, lo que puede deberse más a la dirección de Sanzol. Además cantan, bailan e incluso tocan dos de ellos la guitarra y el clarinete. Todo ello remite en parte al grupo Ron Lalá.
En conjunto, un espectáculo muy agradable.
No hay comentarios:
Publicar un comentario