La figura de Silvio Berlusconi ha sobrevolado la política italiana a lo largo de los últimos años del pasado siglo y los primeros del presente. Presidente del Consejo de ministros en tres periodos, condenado en dos ocasiones a penas de cárcel, propietario de los más importantes medios de comunicación italianos, mantiene todavía, a los 82 años, una presencia importante en la política italiana.
Paolo Sorrentino, que ya se acercó a este mundo de la política en 2008 con Il Divo, centrado en la figura de Giulio Andreotti, lo hace ahora con Berlusconi, centrándose en el periodo que va de 2006 a 2011. Como dice el texto de presentación de la película, "la historia de las intrigas que pesan sobre el destino de todo un país se entrelaza con la vida privada de un hombre que al mismo tiempo se ha convertido en un símbolo y una parodia. Es una historia de debilidades humanas, de ambiciones, de miedos, de contradicciones, de desesperación. Los hechos narrados en la película nos hablan de una época que forma parte del tejido de nuestra historia reciente".
Sorrentino dividió esta historia para su explotación en Italia en dos partes de unos 100 minutos cada una. Para la explotación internacional se ha realizado un montaje en una sola de 2 horas y media de duración.
Mientras Berlusconi se encuentra en un momento complicado, recién salido del gobierno y con las acusaciones de corrupción y de sus conexiones con la mafia a punto de llegar a los juzgados, Sergio Morra, un atractivo hombre que sueña con dar el salto de sus negocios de provincia a escala internacional, considera que el camino más rápido para conseguirlo es acercarse a él. Para Sergio solo hay una manera de llamar la atención de Il Cavaliere: las fiestas, las ‘velinas’, las extravagancias y el exceso.
La película es Sorrentino en estado puro, con sus virtudes y sus defectos y, sobre todo, con sus excesos. La aproximación al político italiano es muy interesante y atractiva, pero peca, en mi opinión, de una excesiva longitud. Al igual que ocurría en La gran belleza, el planteamiento se extiende de manera interminable con una sucesión de fiestas, imágenes, músicas y ruidos excesiva. Hasta el minuto 40 no aparece Berlusconi. Después escenas brillantes alternando con momentos redundantes. Un retrato del político y, tal como indica el titulo original, de los otros, de esos otros que rodean, alaban, critican, tratan de utilizar y son utilizados y manipulados, siempre rodeados de chicas jóvenes, sexo y corrupción. Y un Berlusconi patético, como le dice la "velina" que le rechaza. Un viejo de 70 años, que le recuerda a su abuelo, que huele a viejo. Probablemente esta escena y la posterior donde su mujer le plantea su deseo de divorciarse podrían resumir lo que es la película y lo que es su personaje.
Sorrentino vuelve a echar mano de Toni Servillo y su capacidad de caracterización. Como me ocurría con Dick Cheney en la película que comentaba hace unos dias, no conozco lo suficiente la imagen de Berlusconi para saber el nivel de semejanza, pero resulta muy creíble.
El conjunto es un producto interesante, apreciable, pero falto de contención. me quedo con esa imagen casi ridícula de un personaje que, a mi también, me parece patético.
Sorrentino hace un producto interesante pero tan falto de contencion
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