jueves, 23 de noviembre de 2017

Cine: ORO


Nueva película de Agustín Díaz Yanes sobre un relato de Arturo Pérez Reverte, de quien ya adaptó Alatriste (2006). No se prodiga el director de esta película. Desde su debut, en 1995, con Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto, solo cuatro películas más, Sin noticias de Dios (2001), la mencionada Alatriste, Solo quiero caminar (2008) y, ahora, Oro. Un director que ha dado películas interesantes pero irregulares y que cuentan con dos Goyas y muchas nominaciones.

Para Oro se ha rodeado de un reparto espectacular, Raúl Arévalo, José Coronado, Bárbara Lennie, Óscar Jaenada, Luis Callejo, Juan José Ballesta,  Antonio Dechent,  Andrés Gertrudix,  José Manuel Cervino, Juan Diego y  Anna Castillo. Difícil saber cuantos Goya suman entre todos.


  
Inspirada en la expedición de los conquistadores españoles del siglo XVI, Lope de Aguirre y Núñez de Balboa, esta aventura sigue a un grupo de treinta hombres y dos mujeres a través de la selva amazónica en busca del mítico El Dorado, una ciudad que se creía completamente hecha de oro. Con la intención de conseguir riquezas, gloria y fortuna, este grupo vivirá un duro y trágico viaje cargado de miedos, peligros, crueldad y oscuridad.

Sobre la busqueda de El dorado hay, al menos, dos películas notables, Aguirre, la cólera de Dios de Werner Herzog (1972), una visión del ansia de poder de un hombre movido por el delirio y la locura, muy bien valorada por la crítica de la que apenas tengo recuerdo y El dorado, de Carlos Saura, (1988) un espectacular fracaso económico, que no recuerdo haber visto. En esta ocasión se hace hincapié en la brutalidad y violencia de unos hombre en un territorio hostil natural y humanamente, dejando al margen la visión civilizadora de la conquista de América. 

La película sigue un esquema visto en bastantes ocasiones. Los personajes de esta historia se encuentran encerrados en una selva que desconocen y rodeados de pueblos indígenas dispuestos a defenderse. un relato de supervivencia, de ambiciones y traiciones, de amores, de codicia y de generosidad. La lucha contra la selva, el clima, la fauna, los indígenas, entre los propios expedicionarios y un grupo mandado en su persecución por considerarlos traidores, va diezmando la expedición. 

Pero algo falla en esta narración.  Creo que se confía demasiado en la opresión del escenario y en la excelente ambientación natural mientras que las situaciones y los personajes, con sus reacciones, sus matanzas, sus amistades, odios y enamoramientos, se pierden por falta de desarrollo. Quizá porque no hay evolución en los personajes y los intérpretes, que no tienen mucho donde agarrarse, actúan, en muchos casos, con el piloto automático. De entre ellos, el único que merece destacarse, en mi opinión, es Raúl Arévalo. Los demás, a pesar de su indudable calidad, no transmiten gran cosa.







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