Pero tan importante como su carrera deportiva, fue su esfuerzo por profesionalizar el tenis femenino y equipararlo al masculino. Su enfrentamiento con Jack Kramer, el empresario creador del circuito del tenis profesional, promotor de la era Open y de la ATP, para conseguir reducir la brecha entre los premios económicos entre hombres y mujeres, dio lugar al nacimiento de la WTA. Dentro de este periodo de la historia del tenis se sitúa el partido que jugó contra Bobby Riggs, exjugador de 55 años, en el que se centra la película.
Dirigida por la pareja formada por Valerie Faris y Jonathan Dayton, de quienes pudimos disfrutar Pequeña Miss Sunshine (2006) e interpretada por Emma Stone y Steve Carell en los dos papeles principales.
La batalla de los sexos fue el nombre que se dio al partido de tenis celebrado en septiembre de 1973 entre Billie Jean King (29 años) y Bobby Riggs (55). Ese partido se convirtió en uno de los acontecimientos deportivos televisados con más audiencia de todos los tiempos y se disputó después de que Bobby Riggs venciera con facilidad a Margaret Court, una de las mas destacadas tenistas de entonces, que no había aceptado incorporase al grupo de Billie Jean King.
La película nos presenta a los protagonistas del partido mediante sus conflictos personales y profesionales. A ella desde un punto de vista en el que se enfrenta a Jack Kramer como jugadora que pretende mejorar las condiciones en que las mujeres se desenvuelven en el circuito y a la sociedad con su experiencia sexual con otra mujer. Dos visiones muy actuales. Él, en cambio, es un bufón, jugador empedernido, dependiente económicamente de su mujer, que adopta el papel de "cerdo machista" por interés. Lógicamente, en este enfrentamiento, el espectador se tiene que poner de parte de ella, sobre todo si su historia de amor con su peluquera, es lo más convincente de la película.
Lo que pasa es que, en mi opinión, todo es muy superficial, buscando la complicidad del espectador, que pasa un rato agradable, pero sin profundizar apenas en el enfrentamiento con los que movían los hilos del tenis en ese momento, ni en la otra vertiente que entre las jugadoras representa su rival, no solo en la pista, Margaret Court. Probablemente esto interesa menos al espectador medio que la bonita historia de amor y la derrota del bufón machista, pero, a mi, me habría gustado un mayor desarrollo por ese camino.
Emma Stone está bien, como acostumbra. Steve Carell sigue siendo el bufón sobreactuado de casi todas las películas. Y la película permite pasar un rato agradable, sin más.
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