Ari , adolescente de dieciséis años, largirucho, sensible y dotado de una maravillosa voz blanca, se ve obligado por el desplazamiento de su madre y su pareja a África, a abandonar Reikiavik, sus estudios y el coro en el que actúa y volver con su padre, al que no ve desde hace seis años, a un pueblo al norte occidental de la isla, a un paisaje y ambiente desolador y hostil.
Rúnarsson nos narra el relato iniciático del joven Ari que se enfrenta a la convivencia con un padre alcohólico, fracasado en su matrimonio y una víctima más de la crisis que fue especialmente virulenta con Islandia, tiene que afrontar también la muerte de su abuela, su iniciación decepcionante al sexo, todo ello en contacto con una naturaleza y un paisaje apabullante y demoledor donde las personas combaten su hastío e insignificancia con orgías de alcohol, drogas y sexo, todo ello agravado con el influjo del solsticio de verano, con esa sensación de luz que nunca se acaba.
Todo este ambiente malsano parece dispuesto a la corrupción del ángel, que se presta a todo por conseguir empatizar con las personas de este nuevo entorno, agravado por la búsqueda del padre de su infancia y que no reconoce en el actual, no es de extrañar su buena relación con el adulto compañero de trabajo.
Esta desprotección agravada, por una circustancia durísima que le acontece, hace que Ari se aferre a su padre como única salida, en la escena final se abraza a él mientras duerme , final que recuerda mucho al de los dos hermanos de Rams.
Película recomendable, dura como el paisaje islandés, pero con algunas buenas secuencias como la de Ari cantando dentro de un silo metálico, con la luz cenital entrando por la boca del mismo.
Por supuesto el elenco de actores me es desconocido, destacaría al padre Ingvar Oskar Fjalarsson,el joven que interpreta a Ari me resulta menos convincente sobre todo en las secuencias que canta donde gesticula demaseado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario