Imanol Uribe ha tocado el tema de la violencia en el Pais vasco en varias de sus películas desde su debut con La fuga de Segovia (1981). Antes el documental El proceso de Burgos (1979), y después La muerte de Mikel (1983) y Dias contados (1994) que ganó la Concha de oro en San Sebastián y 8 Premios Goya. Pero ha dirigido bastantes más sin ninguna relación con este tema, entre ellas El rey pasmado (1991), ganadora también de 8 Goyas o El viaje de Carol. No obstante, parece que se le identifica preferentemente con el.
Lejos del mar se presentó en el Festival de San Sebastián del año pasado, pero no se ha estrenado hasta un año después, en esa aglomeración de películas españolas en que los exhibidores han convertido el final del verano en el que se han estrenado, por lo menos, diez.
Santi, un asesino de ETA, sale de la cárcel después de cumplir su condena de más de veinte años y viaja al sur para visitar a Emilio, un antiguo compañero de celda que está enfermo, en fase terminal. La casualidad hace que Marina, la médico que atiende a su amigo, sea la hija de su víctima, a la que acompañaba ventitantos años antes cuando Santi lo asesinó en San Sebastián.
Dejando aparte la verosimilitud de la relación que se establece entre Marina y Santi, creo que el problema de la película es como se desarrolla de esa relación y sobre todo los personajes secundario y las tramas que estos desarrollan.
Desde luego a mi me resulta muy difícil de creer la relación entre el asesino y la hija de la víctima. Pero se trata de los sentimientos de dos personas que arrastran tras de si una tragedia. Él, moralmente arrepentido de un acto con el que tiene que cargar durante toda su existencia y que, tras cumplir su condena, busca la manera de seguir viviendo y encontrar un hueco. Ella, alguien que no ha conseguido superar el drama de ver la muerte violenta de su padre y que vive obsesionada con el rostro de aquel hombre que apretó el gatillo. Como dice su director, no es una historia de amor sino una atracción que se produce entre dos personas con unpasado trágico común. Y esto está bien expresado por dos buenos actores, Eduard Fernández (Yo no recuerdo ninguna ocasión en que no me haya gustado este actor) y Elena Anaya. Lo malo es que la relación de los personajes, especialmente ella, con su entorno, el centro médico, su compañera y sobre todo, su marido y su hijo no me lo creo en absoluto. Demasiadas cosas que no se explican o que están muy forzadas. En cambio da lugar a una escena con su madre, Susi Sánchez, (que buena es esta actriz), espléndida.
Película fallida, en mi opinión, con una idea muy interesante como punto de partida: el encuentro entre un verdugo y su víctima, una reflexión sobre las heridas íntimas y profundas provocadas por la violencia que vuelven
a reabrirse a medio y largo plazo. que es como el director y coguionista plantea su película.
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