Phoenix es una película alemana, ambientada en Berlín, al término de la segunda guerra mundial, que obtuvo en el pasado Festival de San Sebastián el premio Fipresci, de la prensa cinematográfica. Está dirigida por Christian Petzold, que obtuvo el premio al mejor director en el Festival de Berlín 2012 por su película Bárbara, que no he visto.
Es curioso que al cine español se le acusa, injustamente, de hacer solo películas sobre la guerra civil y nadie critica que el cine alemán vuelve constantemente (o eso me parece a mí) sobre la segunda guerra.
Nelly una cantante de origen judío, regresa de su estancia en un campo de concentración donde, pese a haber recibido un disparo en la cabeza, sobrevivió. Tras ser reconstruida su cara en Suiza, regresa a Berlín en busca de su familia y, sobre todo de su marido, pianista, quien probablemente la traicionó entregándola a los nazis. Su marido no la reconoce pero le propone que se haga pasar por su mujer para tener acceso a su herencia.
La película está basada en una novela francesa, de carácter policiaco, mientras que el personaje de Nelly se inspira en el personaje femenino de Vértigo, la gran película de Hitchcock, donde el protagonista trata de recrear la imagen de la mujer a la que amó y de la que cree que no pudo evitar su muerte...
La historia se mueve dentro de una notable ambigüedad. Nelly quiere recuperar a su marido, y se presta a jugar el papel que este le ofrece, a la vez que es consciente de su intervención en su detención. Ese doble juego, esa crisis de identidad de la protagonista, es lo mejor de la película, a la vez que resulta un tanto incomprensible que no se manifieste como quien es ante el marido y que éste no la reconozca. Por otra parte, se desaprovecha el personaje de Lene, una mujer que la acompaña y ayuda en su recuperación, de cuya relación con Nelly poco sabemos y que creo que da para mucho más.
Dejando al margen el hecho de que parece inverosímil que el marido no sea capaz de reconocerla, me parece una película interesante y correcta, aunque me parece que su planteamiento da para mucho más.
Me gustó pero no entendí nada de lo de la herencia, ni porqué se necesitaba el refrendo de los amigos, lo mejor el final la canción Speak Low que han cantado todas las divas del jazz y que el autor es Kurt Weill que tanto colaboró con Bertold Brecht.
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