Los campos son más verdes cuando son descritos que cuando vemos su propio verdor.
Fernando Pessoa.
Parece inevitable cuando vemos una película basada en una novela, hacer la comparación simplista de si es mejor la una o la otra; cuando leemos y luego analizamos un libro en clase lo natural es que cada uno lo interprete de forma diferente, cada personaje nos puede sugerir cosas muy distintas a cada uno y si el libro es algo críptico las divergencias pueden ser notables, a pesar de esta evidencia nos molesta que un cineasta no sea fiel a la novela nos cuesta entender la diferencia entre la palabra y la imagen que el director puede hacer una recreación con lo que la novela le sugiere , es curioso pero a nadie se le ocurre comparar las recreaciones que Picasso hace de Las meninas con el original de Velázquez y nadie ya se rasga las vestiduras de que por ejemplo Hamlet lo interprete una mujer y que recite el monólogo desnuda.
A esta confusión contribuyen mucho los propios escritores que ceden los derechos sin adaptar ellos mismos los guiones, por ejemplo Juan Marsé confiesa siempre que no está contento con ninguna de las adaptaciones de sus novelas pero eso no es óbice para que continuamente ceda los derechos y no digamos ya Javier Marías que llegó a pleitear con el productor Querejeta por la adaptación que Gracia Querejeta hizo de su novela Todas las almas por algo tan nimio como definir a un personaje como homosexual, algo que para cualquiera que haya leído la novela no es tan disparatado.
Pascal Mercier, pseudónimo del filósofo suizo Peter Brier que inesperedamente se convirtió en un best-seller, el libro está impregnado de pensamientos filosóficos, a Raimun Gregorius profesor de latín en un instituto de Berna le cambia su monótona vida el conocimiento accidental de un libro El orfebre de las palabras , queda fascinado por la belleza del idioma portugués y por la personalidad que desprende su autor el médico Amadeu do Prado, un impulso le lleva a coger un tren a Lisboa para conocer más de su vida y de su entorno y a través de esa vuelta al pasado refexionar también sobre el suyo.
La película viene firmada por Bille August director danés ganador de dos Palmas de oro en el festival de Cannes , "Pelle el conquistador" y " Las mejores intenciones" sin duda sus mejores películas, especializado en adaptaciones literarias con repartos internacionales viene dando una de cal y otra de arena, "La casa de los espíritus" era infumable, y en cambio" Los miserables" era aceptable.
Con Tren nocturno a Lisboa ha realizado una película correcta y muy acádemica pero carente de pasión, con unos personajes muy esquemáticos, ha primado la parte política de la resistencia antisalazarista y la parte sentimental amorosa de la historia en detrimento de la dualidad Gregorius-Amadeu quedando el personaje del profesor un tanto desdibujado, ayuda poco la desaparición en el film del personaje de Dioxades amigo y confidente de Gregorius;dada la excesiva extensión de la novela desaparecen otros personajes no imprescindibles en la trama como la hermana menor de Amadeu,la amiga María-Joao, Fátima.....
y curiosamente los guionistas dan una explicación al personaje de la muchacha suicida del puente que era la desencadenante de la historia y que en el libro no volvía a aparecer.
A destacar la bella fotografía con una Lisboa de luminosidad cegadora en el presente y más apagada en el pasado, y unas buenas interpretaciones, fantàstica de gesto y presencia Charlotte Rampling como Adriana,
un irreconocible Tom Couternay como Joao EÇa, Bruno Ganz como Jorge O'Kelly, Mélanie Laurent como Estefanía a la que se la define como la poseedora de "todos los nombres" en un claro guiño a Saramago y sobre todo Jeremy Irons siempre impecable desde aquel Retorno a Brideshead.
Uno de los buenos momentos es el discurso fin de curso del joven Amadeu resuelto de forma muy distinta que en el libro pero que respeta la belleza de las palabras:
No quisiera vivir en un mundo sin catedrales.
Necesito el brillo de sus vitrales, su fría quietud, su mutismo imperioso;
los raudales del órgano y el sagrado recogimiento de las personas que oran.
Necesito el carácter sagrado de las palabras, la sublimidad de la gran poesía.
Todo eso necesito.
Pero no menos necesito la libertad y la animadversión contra toda crueldad.
Pues una cosa no existe sin la otra.
Y nadie puede obligarme a escoger.
No hay comentarios:
Publicar un comentario