EL GOBERNADOR -
Miguel Sousa Tavares - Taller
de Literatura (15-10-2013)
Doña Ma. Augusta de Trindade es
la propietaria de una de las haciendas de Santo Tomé.
Esta isla, desde la introducción
del cultivo y explotación del cacao, por un agricultor brasileño, se ha
convertido en un importante bastión para la economía portuguesa. Esta mujer, en
el momento de la novela (1906-1908),
tiene treinta y siete años y disfruta de una figura atractiva y sugerente, a
todas luces, desbordante de vitalidad.
Su personalidad muestra un carácter fuerte, independiente y desprovisto
de todos los convencionalismos de su círculo colonial, lo que provoca un total
rechazo de todas las damas de esa alta sociedad.
Podríamos decir que “de
raza le viene al galgo”, pues a sus antepasadas más señaladas se las consideraba, según el propio
narrador, “mujeres de armas tomar”,
dueñas de sus vidas y de sus amores.
Es viuda y huérfana de padre
desde hace cinco años (su madre había
muerto cuando ella tan solo tenía tres) y su único apoyo en los momentos más
difíciles ha sido y es su capataz, verdadero referente a lo largo de toda su
infancia.
Este panorama podría definirla
como una persona aislada y desconectada del mundo, sin embargo no es así. Está
subscrita a varias publicaciones portuguesas y francesas y ha leído a autores
emblemáticos de las letras tanto portugueses como de otras culturas. Todos
estos rasgos hacen de ella una singularidad en este paisaje. Dirige su
explotación, llamada Nova Esperanza, con un aplomo y una eficacia que muchos
consideran más propio del género masculino y en su trato a los negros que viven
y trabajan en su propiedad es cercana y quizás, se podría decir también, que humana para el momento.
Esta singularidad, como digo,
unida a sus atributos físicos, a su mirada juvenil, a sus gestos desprovistos
de toda afectación, no puede pasar desapercibida por el nuevo gobernador, un
joven de treinta y siete años, abogado, empresario y cosmopolita.
El primer contacto entre ambos
tiene lugar en el baile/recepción que este mandatario organiza a su llegada a
la colonia. En él, ya se percibe un halo de ensimismamiento y exuberancia que
promete un futuro entendimiento. Es en la visita obligada que el nuevo
gobernador debe hacer a las haciendas y en concreto, en la visita a la suya,
cuando esta complicidad se materializa. En la cena que Ma. Augusta prepara en
su honor se produce ya una verdadera introspección personal, llegando, en un
cierto momento, a que Augusta le responda (y cito textualmente): “No me pregunte por mi vida. Aquí no se
hacen esas preguntas. Intento atrapar las
cosas que pasan a mi lado, porque son las cosas que
vienen a mí, no yo quien va a las cosas.”
Por todo ello, es fácil imaginar
que estos dos seres, solos y únicos en este islote del Atlántico, en esa noche
mágica para ambos, se encontraran, se acercaran e intimidaran.
Pero la diosa Destino o la
casualidad o circunstancias especiales quisieron que otra mujer irrumpiera de
forma voraz, caníbal, demoledora en la vida de este, yo diría, ingenuo e
inmaduro personaje y Augusta o Doña Augusta viera, quizás una vez más “como se escapan las cosas que pasan a su
lado”.
Enhorabuena Mª José. Por fin podemos leer tu comentario, muy interesante.
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