domingo, 3 de noviembre de 2013

Personajes de El Gobernador: Mª Augusta, por Mª José

EL  GOBERNADOR  -  Miguel Sousa Tavares -    Taller de Literatura  (15-10-2013)

Doña Ma. Augusta de Trindade es la propietaria de una de las haciendas de Santo Tomé.
Esta isla, desde la introducción del cultivo y explotación del cacao, por un agricultor brasileño, se ha convertido en un importante bastión para la economía portuguesa. Esta mujer, en el momento de la  novela (1906-1908), tiene treinta y siete años y disfruta de una figura atractiva y sugerente, a todas luces, desbordante de vitalidad.  Su personalidad muestra un carácter fuerte, independiente y desprovisto de todos los convencionalismos de su círculo colonial, lo que provoca un total rechazo de todas las damas de esa alta sociedad.

Podríamos decir que  “de raza le viene al galgo”, pues a sus antepasadas más  señaladas se las consideraba, según el propio narrador, “mujeres de armas tomar”, dueñas de sus vidas y de sus amores.
Es viuda y huérfana de padre desde hace cinco años (su madre  había muerto cuando ella tan solo tenía tres) y su único apoyo en los momentos más difíciles ha sido y es su capataz, verdadero referente a lo largo de toda su infancia.

Este panorama podría definirla como una persona aislada y desconectada del mundo, sin embargo no es así. Está subscrita a varias publicaciones portuguesas y francesas y ha leído a autores emblemáticos de las letras tanto portugueses como de otras culturas. Todos estos rasgos hacen de ella una singularidad en este paisaje. Dirige su explotación, llamada Nova Esperanza, con un aplomo y una eficacia que muchos consideran más propio del género masculino y en su trato a los negros que viven y trabajan en su propiedad es cercana y quizás, se podría decir también,  que humana para el momento.

Esta singularidad, como digo, unida a sus atributos físicos, a su mirada juvenil, a sus gestos desprovistos de toda afectación, no puede pasar desapercibida por el nuevo gobernador, un joven de treinta y siete años, abogado, empresario y cosmopolita.

El primer contacto entre ambos tiene lugar en el baile/recepción que este mandatario organiza a su llegada a la colonia. En él, ya se percibe un halo de ensimismamiento y exuberancia que promete un futuro entendimiento. Es en la visita obligada que el nuevo gobernador debe hacer a las haciendas y en concreto, en la visita a la suya, cuando esta complicidad se materializa. En la cena que Ma. Augusta prepara en su honor se produce ya una verdadera introspección personal, llegando, en un cierto momento, a que Augusta le responda (y cito textualmente): “No me pregunte por mi vida. Aquí no se hacen esas preguntas. Intento atrapar las cosas que pasan a mi lado, porque son las cosas que vienen a mí, no yo quien va a las cosas.”

Por todo ello, es fácil imaginar que estos dos seres, solos y únicos en este islote del Atlántico, en esa noche mágica para ambos, se encontraran, se acercaran e intimidaran.

Pero la diosa Destino o la casualidad o circunstancias especiales quisieron que otra mujer irrumpiera de forma voraz, caníbal, demoledora en la vida de este, yo diría, ingenuo e inmaduro personaje y Augusta o Doña Augusta viera, quizás una vez más “como se escapan las cosas que pasan a su lado”.

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