El director neozelandés Taika Waititi se suma a la línea paródica sobre Hitler y el nazismo que inició Chaplin con El gran dictador, al versionar la novela de Christine Leunens El cielo enjaulado, donde un niño ve su fe ciega en Hitler cuestionada cuando descubre que su familia oculta a una chica judía tras una falsa pared en el desván. “El libro es un drama, aunque tiene sus momentos cómicos. Pero pensé que, si iba a abordar este asunto, tendría que hacerlo con mi personalidad y estilo. Esto entrañaba más elementos fantásticos y evidentemente más humor, creando una especie de baile entre el drama y la sátira”, dice el director de esta película que obtuvo seis nominaciones a los Oscar y a los BAFTA y ganó el de mejor guion adaptado en ambos. Decisión que no comparto estando nominadas El irlandés y Mujercitas.
Jojo "Rabbit" Betzler (Roman Griffin Davis) es un solitario niño alemán perteneciente a las Juventudes Hitlerianas que ve su mundo puesto patas arriba cuando descubre que su joven madre Rosie (Scarlett Johansson) esconde en su ático a una niña judía (Thomasin McKenzie). Con la única ayuda de su mejor amigo imaginario, el mismísimo Adolf Hitler (Taika Waititi), Jojo deberá afrontar las contradicciones de su ciego nacionalismo.
Waititi nos presenta a Jojo participando en un campamento para niños en el que reciben un peculiar entrenamiento con el objetivo de ir preparándose para cuando tengan que entrar en combate. Allí le acompaña su amigo imaginario, el propio Hitler, que le trata de ayudar a superar sus muchas limitaciones en el rito de iniciación. Es la mejor y más paródica parte de la película, donde se ridiculiza la actitud nazi. Cuando, tras un accidente, Jojo abandona el campamento, se produce un cambio de registro y la película toma un camino mucho más dramático e incluso trágico, hasta casi desaparecer la comedia que, cuando se mantiene, parece un tanto forzada. Hasta llegar, eso sí a un final esperanzador.
Todo está contado con ingenio, con una utilización anacrónica de la música y la buena interpretación de Jojo y la niña judia. También destaca Sam Rockwell como un divertido y colaborador instructor y otro niño, un gordito simpatiquísimo especialista en provocar accidentes.
En la presentación de la película en Toronto el pasado mes de septiembre, Waititi habló de "cómo las ideologías fascistas se van infiltrando como parásitos en nuestra sociedad, convirtiendo en normal lo que no lo era, generando odio donde antes había convivencia", de forma que su película es una llamada a no subestimar el poder de las ideologías extremistas. "Es fácil burlarse de ellos, porque sus creencias y sus actos de patriotismo son absurdos, pero cuando ataquen nos daremos cuenta del inmenso poder que han acumulado".
De eso habla la película y muestra a su manera cómo estos movimientos ideológicos pueden radicalizar desde edades muy tempranas, en las que los afectados aún no entienden realmente lo que están haciendo. "Eres un niño de 10 años al que le gusta vestirse con un uniforme elegante y quiere formar parte de un club", le dice Elsa, la niña judía, a Jojo. Elsa (Thomasin McKenzie) explica así lo que hay detrás de la obsesión del protagonista con Hitler.
Una película razonablemente simpática y esperanzadora dentro del drama que presenta, a la que creo que es un error compararla con La vida es bella (Roberto Benigni, 1997), algo que están haciendo algunos de sus detractores.
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