lunes, 3 de febrero de 2020

Cine: EMA


Dirigida por el chileno Pablo Larrain, Ema ha supuesto su regreso a Chile tras la experiencia de Jackie, una coproducción con EEUU que nos aproximó a la figura de Jackeline Kennedy. Otras películas de este director son Neruda, El club y No.

Presentada en el pasado Festival de Venecia, parece que estuvo entre las favoritas para ganar el Leon de oro que, finalmente, fue a parar a Joker.

Se trata de una película muy poco convencional en su planteamiento, narrativa y personaje protagonista. Bastante difícil de clasificar.




Después de que el comportamiento de su hijo adoptado desestabilice su vida familiar y decidan volver a entregarlo en adopción, Ema (Mariana Di Girolamo), una bailarina de reguetón, y Gastón (Gael García Bernal), un coreógrafo, ven como su matrimonio se está rompiendo. Desesperada, Ema busca por las calles del puerto de Valparaíso, nuevos amores para aplacar la culpa. Sin embargo, ese no es su único objetivo.

Larrain se aproxima a la gente crecida y educada en este siglo. En sus palabras,  “Sus códigos de funcionamiento son distintos, muy poderosos y novedosos. Es, por cierto, la generación que se ha puesto sobre los hombros la lucha contra el cambio climático y ha liderado el estallido social en Chile desde el pasado 18 de octubre.  Ema está contada desde el punto de vista de una mujer en crecimiento que madura, que hace cosas que algunos no podrán entender, que aprende qué tipo de vida desea tener, forja su identidad".

La historia nació desde el interés del director de reflejar las nuevas familias, y las trabas que hay en Chile para conformarlas. "En mi país, el Servicio Nacional de Menores, articula las adopciones. Y crearon el ranking de idoneidad para valorar los padres que desean adoptar, una medición que mostraba todas las distintas formas de discriminación del sistema. El concepto idoneidad conlleva en la vida discriminación". En Ema se escucha: "El sistema está hecho para eliminar gente como ustedes", y eso vale tanto para la adopción como para mucho más. 

Ema es un personaje contradictorio, egoísta y frío, pero a la vez entregado, dedicada a su placer y al de los demás. Devuelve al hijo que adoptó con su pareja y después hace todo lo posible para recuperarlo sin pensar en los efectos que sus actos y decisiones tendrán en los demás.

Todo esto está en una película que no resulta fácil de entender. Cabe pensar en un simbolismo, como ese lanzallamas que empuña la protagonista, pero cuando se ven las imágenes de las revueltas del año pasado en diferentes ciudades y países, cabe preguntarse si es un símbolo o una realidad. Como también puede ser un símbolo el reguetón. Un baile que para el coreógrafo, "es música de cárcel, para no pensar; provoca ilusión de libertad, cuando en realidad significa dormirse en la derrota". Para la bailarina, "es un baile feliz, por supuesto sexual, porque si el orgasmo es vida se puede bailar". Y para el director, "un ritmo insaciable que se te mete en el cuerpo. Y es una música que al bailarla te saca lo mejor y lo peor, te retrata, revela una capa de la personalidad que solo se enseña al danzar".

Quizá demasiada acumulación de símbolos y significados en esta interesante aproximación al momento histórico actual. 

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