Rodada en un formato poco habitual, casi cuadrado (1,19;1) en blanco y negro, con solo dos personajes, elogiada por la crítica, esta segunda película de Robert Eggers está llamada a ser claramente para minorías.
Robert Eggers se dio a conocer en el cine independiente con La Bruja (2015), una película de género fantástico ambientada en la América precolonial, de la que al comentarla en este blog, destacaba fundamentalmente su aspecto formal. Contada con planos estáticos, sin excesos ni sustos gratuitos, al margen de las modas del cine de terror actual, con unas imágenes que recordaban en muchas ocasiones al cine de Dreyer y la pintura holandesa.
En una remota isla de Nueva Inglaterra un veterano farero y su joven ayudante deberán convivir durante cuatro semanas. Su objetivo será mantener el faro en buenas condiciones hasta que llegue el relevo que les permita volver a tierra. Pero no es fácil convivir aislados del resto del mundo y los conflictos son inevitables.
La película encierra en un entorno del que no pueden salir a dos personajes en un mano a mano brillante de dos buenos actores, Willem Defoe y Robert Pattinson. Pero lo que mas destaca es el aspecto visual que, como ocurriera en La bruja, recuerda al cine de Dreyer, y también al expresionismo alemán. Una fotografía en blanco y negro digna candidata al Oscar y una utilización del sonido que merecería la misma distinción.
Una historia cargada de literatura y mitología, que pasa por textos de Herman Melville y similares, nos acerca a los mitos de Prometeo e Ícaro y que estira demasiado el enfrentamiento entre los dos personajes en una locura progresiva hasta el duelo final. Una película dura, nada complaciente, difícil de soportar si no se admira su extraordinaria factura técnica.
Robert Eggers se confirma como alguien que posee un estilo propio y que junto con Ari Aster (Midsommar) está llamado a renovar el género fantástico.
No hay comentarios:
Publicar un comentario