jueves, 23 de mayo de 2019

Teatro: LA HIJA DEL AIRE




En un montaje dirigido por Mario Gas, la CNTC presenta en el Teatro de la Comedia una versión de la obra de Calderón La hija del aire.

La obra está inspirada en el mito de Semiramis, la reina de Asiria y fundadora de Babilonia. Calderón  concentra la acción sobre ella, portadora de un
destino adverso que tiene su origen en su nacimiento: su madre, una ninfa de Diana, fue violada por un protegido de Venus y la rivalidad entre las dos diosas  condiciona el destino de Semíramis. Mientras Diana envía a las fieras para matar a la recién nacida, Venus manda a las aves a defenderla. La alimentarán –hija del aire– a cambio de que nadie pueda contemplar su prodigiosa hermosura.
Semíramis, como Segismundo, es un personaje calderoniano encerrado desde su nacimiento para evitar su  destino. Bajo ese motivo subyace el problema teológico de la predestinación que tanto preocupó a la Iglesia de la época. Ligado a él aparece otro tema: los oráculos que, en el caso de La hija del aire, se cumplen en todos sus términos y, aunque esto parece negar el libre albedrío, lo cierto es que Semíramis puede elegir en cada momento lo que quiere hacer si bien lo hace dominada por su ambición. 
Pero no solo se enfrentan el libre albedrío humano y el destino sino que, en el encierro de Semíramis en la gruta, también se presenta el problema de la legitimidad de la violencia ejercida sobre un individuo para evitar los males que su presencia pueda producir a la sociedad. Cuando llegue esa libertad la violencia que se quería evitar inundará la obra. Un último tema será 
el de la relación de los gobernantes con el poder, concretado en la legitimidad de su origen y en la manera de ejercerlo. Calderón, que cree, como toda la sociedad barroca, en el origen divino de la monarquía y, por ello, en la obligación del rey de obrar justamente, presenta el conflicto de los súbditos de una reina que ha usurpado los derechos del legítimo heredero al trono.

Obra muy compleja, inicialmente concebida en dos partes claramente diferenciadas, objeto en numerosas ocasiones de representaciones separadas, aunque aquí es presentada como unidad. 



La versión que se presenta es una adaptación libre de la obra original de Calderón cuyas claves fundamentales son la radical reducción de la extensión de la obra, que en el siglo XVII se representaba en dos días, y la reescritura del texto original que lo simplifica y que modifica casi por completo la métrica y retórica calderonianas. Un trabajo que ha llevado a cabo el poeta Benjamín Prado. No puedo juzgar si, como algunos críticos han señalado, la versión de Prado traiciona el lenguaje de Calderón, perdiendo su retórica, y haciendo parecer la rima casi una obligación a despachar del modo más liviano posible. Lo que si puedo decir es que es una versión que llega perfectamente a un espectador actual y que su contenido se entiende sin problema, además de que al haber quedado su duración en dos horas y media escasas es perfectamente asumible, lo que no es poco.




Lo que más destacaría del montaje es su escenografía, obra de Ezio Frigerio, que en colaboración con Riccardo Massironi ha realizado una escenografía bella inspirada en un fragmento de bajorrelieve procedente de la antigua Babilonia, que ocupa todo el foro, reproduciendo la cueva y sirviendo también de decorado para el resto de la obra. Un espacio evocativo y neutro que se va desvelando poco a poco y cobrando vida a través de la luz y las proyecciones, recreando
los oscuros ambientes previstos por el autor. Fiammetta Baldiserri es la responsable de la iluminación, complemento indispensable en esta escenografía, así como las proyecciones de Alvaro Luna.

 No me convenció tanto el vestuario creado por Franca Squarciapino que remite formalmente a eventos y hechos modernos, quizá más comprensible que las  vestimentas de una época de la ignoramos casi todo, pero un tanto anacrónicas, como también lo son algunos de los efectos sonoros utilizados por Orestes Gas, autor de la música y el espacio sonoro (multitudes, caballos, sonidos de guerra…) En conjunto hay que decir que el montaje hace una excelente utilización de los recursos escénicos puestos a su disposición.

Mario Gas es un nombre importante en la escena española actual. Ha tenido notables éxitos como Follies, Incendios y Calígula y otros montajes que no me han llegado tanto. Es el caso del que comento. Ni la interpretación ni el tono me han convencido, sí en cambio el ritmo y agilidad con que se desarrolla la acción.

 Marta Poveda es Semíramis, el personaje central. La hemos visto recientemente en El idiota, donde me gustó mucho. Es una actriz de voz muy personal e indudable calidad, que domina la expresión corporal, pero aquí le falla, a mi parecer, la dicción del verso, que en algunos momentos no conseguí entender. Destaca, en cualquier caso, sobre el resto del reparto, que se queda en correcto, como mucho, lo que por otro lado sorprende ya que varios de los intérpretes han brillado a alto nivel en otras ocasiones. Recuerdo a José Luis Alcobendas en varias obras y a José Luis Torrijo en Blackbird.

En cualquier caso se trata de un montaje digno de verse, siempre que no se haga desde una planteamiento purista de respeto a los clásicos.







No hay comentarios:

Publicar un comentario