He escrito en otras ocasión de François Ozon, un director francés del que pudimos ver en 2012 En la casa una interesante adaptación de la obra de teatro de Juan Mayorga, El chico de la última fila, que ganó la Concha de oro en San Sebastián. Ha dirigido películas apreciables y alguna insufrible pero casi siempre tocando temas arriesgados y originales a la vez que retorcidos.
Gracias a Dios, gran premio del Jurado en el último Festival de Berlín, se basa en un caso de pedofilia ocurrido en el seno de la iglesia francesa en los años 80 y 90, en el que un cura pederasta abusó de más de 70 niños, con un presunto encubrimiento de sus delitos por parte de la jerarquía eclesiástica. A partir de un portal web, La parole libérée, una asociación de ayuda a los antiguos miembros del grupo Saint Luc y a las victimas de pedofilia en general, creada en 2015, el director inició una investigación sobre los casos que dieron lugar a la creación de esta asociación y tomó la decisión de hacer esta película.
Alexandre vive en Lyon con su esposa e hijos. Cuando se entera de que
el sacerdote que abusó de él cuando era un boy scout sigue trabajando con niños, se pone en contacto con las jerarquías de la Iglesia para evitarlo. Ante lo infructuoso de su gestión se lanza a un combate al que se unen François y Emmanuel, otras víctimas del sacerdote. Basada en el caso real de Bernard Preynat, sacerdote de la Diócesis de Lyon, acusado en 2016 de abusar sexualmente de decenas de niños.
Un tema interesante y de actualidad planteado por el director de forma correcta pero un tanto fría. En muchos momentos más parece un documental que una ficción. Supongo que es algo buscado; como dice su director, "No es una película sobre el caso judicial, sino sobre las personas, las víctimas". La emoción está en los hechos no en la forma de contarlo, pero lo cierto es que queda todo como distanciado. Los tres personajes centrales responden a diferentes características. Alexandre es católico convencido y ha educado a sus hijos en sus convicciones. Solo cuando ve que su denuncia es respondida de forma totalmente hipócrita se lanza a la lucha. François es ateo convencido y busca que los responsables paguen su culpa. Emmanuel ha quedado marcado por la experiencia y acompañado por su madre encuentra en la asociación el objetivo que necesita para seguir adelante. Los tres están convincentemente interpretados por actores que no conozco apenas, aunque a Denis Menochet le recuerdo en Custodia compartida, una de las mejores películas del año pasado .
Parece que la primera idea del director fue hacer un documental pero finalmente prefirió desarrollar esta historia en forma de ficción. Creo que fue un error porque se ha quedado a medio camino. En el desarrollo, son numerosos los momentos que recogen, en off, cartas y mensajes entre los personajes y los jerarcas eclesiásticos. Sinceramente, me parece poco cinematográfico.
Película eficaz, sencilla y sincera que incide y denuncia una situación muy grave. Pero que creo que renuncia a utilizar los recursos de la ficción y el drama para llegar al espectador.
Es imposible no relacionar esta película con la ganadora del Oscar hace un par de años, Spotlight (Thomas McCarthy, 2015)Las dos se aproximan al tema de la pedofilia en la Iglesia y, mas concretamente, a la reacción de su jerarcas mirando para otro lado e incluso protegiendo a los culpables. La verdad es que Spotlight me pareció mucho más atractiva dramática y cinematograficamente hablando.
Interesante, pero excesivamente larga y con unos innecesarios flash backs.
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