Probablemente, la ruptura de una pareja sea uno de los temas más tratados en teatro y cine. Con humor, con violencia, con resignación... Hemos asistido a todo tipo de procesos del final de una relación.Sin ir más lejos, hace unas semanas comentaba Escenas de la vida conyugal, otra aproximación a este tema.
El autor de La clausura del amor es un dramaturgo francés, Pascal Rambert quien también dirige la puesta en escena. Se estrenó en el Festival de Avignon en 2011 y desde entonces ha ido dirigiendo montajes de su obra en diferentes países, con el interés de que sean parejas reales las que la interpreten. La versión española fue presentada este verano en Barcelona, en el Teatre Grec y ha estado durante cinco días en los Teatros del Canal de Madrid, dentro del Festival de otoño a primavera, con entradas agotadas desde septiembre, siempre con Israel Elejalde y Barbara Lennie como intérpretes y con muy buenas críticas.
La inspiración para Rambert surgió de una ruptura con su pareja y según él mismo dice, muchas cosas del texto son cosas que ha vivido en su experiencia personal.
En la obra nos presenta a una pareja en su ruptura sentimental, una situación durísima en la que los protagonistas se intercambian monólogos que expresan la violencia de un amor en proceso de disolución.
Un hombre y una mujer que se llaman igual que los actores que los interpretan. El escenario es una sala de ensayos, un cuadrilátero blanco iluminado con neones. El hombre sale a escena, ella le sigue. Cada uno se coloca en una esquina, en diagonal. Durante casi una hora él habla y de tanto en tanto se acerca a ella que permanece inmóvil, abatida, escuchando. Son cincuenta minutos durante los que él expone, violentamente, con agresividad verbal, las razones de su desamor, las razones por las que se siente atrapado en una relación muerta –«nuestro amor es un cadáver y tu llevas su piel»– y ella lo escucha sin moverse, solo dejando caer, al cabo de un rato, el bolso que sostiene en la mano. Después se produce una interrupción, un tanto absurda. Un grupo de niños tiene que ensayar una canción (se supone que el cuadrilátero es una sala de ensayo). Durante unos minutos cantan una canción (creo que de un musical infantil), mientras la pareja, lentamente, intercambia su situación en el cuadrilátero. Cuando los niños se retiran, ella empieza a hablar, rebatiendo todo lo que el ha dicho, y se repite la situación. El escucha en silencio, abatido, mientras ella habla durante otros tres cuartos de hora. Finalmente, deben iniciar el ensayo de la obra que representan y, con los torsos desnudos y una extraña cofia en la cabeza, finalizan la representación. (?)
Es una situación irreal. Nadie es capaz de soportar de esa manera, sin replicar, sin moverse, una situación así. Es cierto que esa inmovilidad se acompaña de un abatimiento de los cuerpos que puede pensarse que es mas expresivo que las posibles palabras. No me lo parece.
Los monólogos, especialmente el de él, me parecen artificiosos, excesivamente literarios, mas para ser leídos que oídos. La presencia del coro de niños, un pegote. El final supongo que con un significado que no alcanzo.
Barbara Lennie e Israel Elejalde me parecen dos excelentes actores. Les he visto en Veraneantes, Misántropo y Magical Girl y siempre me han convencido. También recuerdo a Israel en La función por hacer. En general le encuentro un poco dado al exceso, a la ferocidad, a la agresividad, pero me gusta como actúa.
Aquí están también muy bien. Mejor cuando escuchan (impresionante ella en su inmovilidad) que cuando hablan. Son lo mejor de una función que debe resultarles agotadora.
Lo cierto es que hay muchas cosas en ese texto que merecen nuestra atención. Pero no consiguió llegarme, creo que por la puesta en escena.
Es curioso, pero en la decepcionante Escenas de la vida conyugal, la escena de la ruptura me resultó mucho más cercana.
El autor de La clausura del amor es un dramaturgo francés, Pascal Rambert quien también dirige la puesta en escena. Se estrenó en el Festival de Avignon en 2011 y desde entonces ha ido dirigiendo montajes de su obra en diferentes países, con el interés de que sean parejas reales las que la interpreten. La versión española fue presentada este verano en Barcelona, en el Teatre Grec y ha estado durante cinco días en los Teatros del Canal de Madrid, dentro del Festival de otoño a primavera, con entradas agotadas desde septiembre, siempre con Israel Elejalde y Barbara Lennie como intérpretes y con muy buenas críticas.
La inspiración para Rambert surgió de una ruptura con su pareja y según él mismo dice, muchas cosas del texto son cosas que ha vivido en su experiencia personal.
En la obra nos presenta a una pareja en su ruptura sentimental, una situación durísima en la que los protagonistas se intercambian monólogos que expresan la violencia de un amor en proceso de disolución.
Un hombre y una mujer que se llaman igual que los actores que los interpretan. El escenario es una sala de ensayos, un cuadrilátero blanco iluminado con neones. El hombre sale a escena, ella le sigue. Cada uno se coloca en una esquina, en diagonal. Durante casi una hora él habla y de tanto en tanto se acerca a ella que permanece inmóvil, abatida, escuchando. Son cincuenta minutos durante los que él expone, violentamente, con agresividad verbal, las razones de su desamor, las razones por las que se siente atrapado en una relación muerta –«nuestro amor es un cadáver y tu llevas su piel»– y ella lo escucha sin moverse, solo dejando caer, al cabo de un rato, el bolso que sostiene en la mano. Después se produce una interrupción, un tanto absurda. Un grupo de niños tiene que ensayar una canción (se supone que el cuadrilátero es una sala de ensayo). Durante unos minutos cantan una canción (creo que de un musical infantil), mientras la pareja, lentamente, intercambia su situación en el cuadrilátero. Cuando los niños se retiran, ella empieza a hablar, rebatiendo todo lo que el ha dicho, y se repite la situación. El escucha en silencio, abatido, mientras ella habla durante otros tres cuartos de hora. Finalmente, deben iniciar el ensayo de la obra que representan y, con los torsos desnudos y una extraña cofia en la cabeza, finalizan la representación. (?)
Es una situación irreal. Nadie es capaz de soportar de esa manera, sin replicar, sin moverse, una situación así. Es cierto que esa inmovilidad se acompaña de un abatimiento de los cuerpos que puede pensarse que es mas expresivo que las posibles palabras. No me lo parece.
Los monólogos, especialmente el de él, me parecen artificiosos, excesivamente literarios, mas para ser leídos que oídos. La presencia del coro de niños, un pegote. El final supongo que con un significado que no alcanzo.
Barbara Lennie e Israel Elejalde me parecen dos excelentes actores. Les he visto en Veraneantes, Misántropo y Magical Girl y siempre me han convencido. También recuerdo a Israel en La función por hacer. En general le encuentro un poco dado al exceso, a la ferocidad, a la agresividad, pero me gusta como actúa.
Aquí están también muy bien. Mejor cuando escuchan (impresionante ella en su inmovilidad) que cuando hablan. Son lo mejor de una función que debe resultarles agotadora.
Lo cierto es que hay muchas cosas en ese texto que merecen nuestra atención. Pero no consiguió llegarme, creo que por la puesta en escena.
Es curioso, pero en la decepcionante Escenas de la vida conyugal, la escena de la ruptura me resultó mucho más cercana.
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