En el Teatro Español se ha estado representando una versión de la obra de Shakespeare, Ricardo III. Se trata de una versión reducida y adaptada de la obra llevada a cabo por José Sanchis Sinisterra y adaptada finalmente por el director Carlos Martín, con el título de Sueños y visiones del Rey Ricardo III.
José Sanchis Sinisterra es uno de los autores (y director) más premiados y representados del teatro español contemporáneo, además de llevar a cabo una labor docente en este campo. Estuvo casado con Magüi Mira y es el padre de la actriz Clara Sanchis. Su obra más popular es Ay Carmela, pero tiene muchas más como La noche de Molly Bloom, dramaturgia del último capítulo del Ulises de Joyce, El cerco de Leningrado, (1994) o El lector por horas (2001).
Carlos Martín es director artístico de la compañía Teatro del Temple y ha desarrollado parte de su carrera en Italia, donde montó una versión de esta misma obra. También dirigió una obra de José Sanchis, Ñaque o de piojos y actores y ha colaborado con el autor en otras ocasiones.
Esta versión se situa en la noche anterior a la batalla de Bosworth donde Ricardo III perdió la vida ante el que sería Enrique VII de Inglaterra, en lo que podría considerarse el punto final de la Guerra de las dos rosas, dando paso a la dinastía de los Tudor. Se trata de un período de tiempo un tanto confuso y violento de la historia de Inglaterra al que Shakespeare dedicó cuatro obras.
A lo largo de esa noche se le aparecerán a Ricardo en sueños y recuerdos los espectros de las personas que ha asesinado a lo largo de su vida para llegar al trono donde se encuentra ahora. En sus recuerdos podremos ver lo que le sucedió a su hermano Clarence, su relación con su madre, cómo surgió su matrimonio, la forma en la que llegó a ser Rey o las relaciones que mantiene con sus aliados. Después de esa noche, al amanecer, ocurrirá la batalla en que será derrotado.
Aunque esta visión altera notablemente el desarrollo temporal de la obra original, conserva, reduciendo su duración, el contenido y sobre todo el extraordinario lenguaje de Shakespeare. La reducción de su duración se agradece, ya que esta es la obra más larga del autor, después de Hamlet. Quizá esta reducción da lugar a una cierta confusión narrativa, sobre todo si falta un conocimiento previo de esa etapa de la historia de Inglaterra, pero no hay que olvidar que es una obra de teatro y no una lección de historia, a la que en cualquier caso, no es especialmente fiel.
Lo que más me gustó es la puesta en escena. Tanto la interpretación como sobre todo la utilización de los recursos escenográficos. Los tules que sugieren la tienda de Ricardo, la iluminación, las proyecciones.
El espacio se distribuye en tres planos: el real, junto al proscenio y
más próximo al público; el de los recuerdos, visiones y sueños, al fondo; y
uno intermedio, entre ambos, para apariciones de espectros y fantasmas.
Se utilizan tres proyectores, uno delante y dos atrás. Hay 47
proyecciones. En la elaboración de las proyecciones trabajaron sobre todo la
iluminación del plató, creando un entorno oscuro para poder tener iluminado
al actor sobre un fondo negro que les permitiera aislar la figura del
“espectro”.
Los tules presentan cortes para dejar que los actores pasen de un espacio a otro a través de estas aberturas. Hay 9 tules de 7 metros de altura por 2 metros de ancho.
El Podio, recuerda a un pedestal de cruz de término medieval, y permite situarse tanto en la Torre de Londres, como en la sala del trono del Palacio real.
Ricardo III es Juan Diego, protagonista absoluto en un papel que ha sido interpretado por actores tan notables como Laurence Olivier, Al Pacino o Kevin Spacey. Juan Diego hace una excelente interpretación, muy bien acompañado por el resto del reparto.
Un gran espectáculo en definitiva.