El curioso incidente del perro a medianoche es una novela escrita por el británico Mark Haddon que desde su publicación en 2003 ha conseguido varios premios y ha tenido bastante éxito entre sus lectores. No la he leído. Hace unos años el dramaturgo Simon Stephens realizó su adaptación a los escenarios. Recuerdo que en 2016, cuando estuve en Londres, estaba triunfando en un teatro del Soho. Aunque tiene una extensa carrera como autor, lo cierto es que no es apenas conocido en España.
La novela está narrada en primera persona por Christopher, un chico de 15 años que tiene un trastorno no muy definido por el que asiste a una escuela especial. Está muy dotado para las matemáticas, tiene excelente memoria, es muy observador e incapaz de mentir, sin embargo tiene dificultades para relacionarse con su entorno, no entiende el comportamiento y las expresiones de las personas, no soporta que le toquen y reacciona violentamente cuando alguien lo hace. Los perros, en cambio, le resultan más comprensibles y le proporcionan algo de paz, porque solo tienen cuatro estados de ánimo: alegre, triste, atento y enfadado.
Parece difícil trasladar este texto narrativo al teatral. Para ello Stephens recurre a una imaginaria función escolar a partir del diario de Christopher promovida por la terapeuta de su colegio, la que mejor comprende su forma de ser.
Cuando el perro de la vecina aparece atravesado por una horca de jardín, Chris inicia una investigación que le llevará a averiguar cosas muy distintas de lo que buscaba.
En realidad lo que hace la obra es introducirnos en un personaje que es diferente a los que le rodean. Sus reacciones, sus preguntas, sus sentimientos. Y también nos permite ver como se enfrentan los "normales" a este personaje, sus padres, sus vecinos, sus profesores... Para ello cuenta con una puesta en escena espectacular, muy superior al texto. El montaje, parece que muy próximo al presentado en Londres, supone un gran despliegue de tecnología. Gerardo Vera, que firma la escenografía, y Alvaro Luna que firma la videografía, sin olvidar la iluminación de Juanjo LLorens, han creado un espacio que nos sumerge en la mente del protagonista.
Otro factor importante de la representación es la interpretación. Alex Villazán es Chris. Hace una interpretación bastante contenida, sin excesos, a lo largo de las más de dos horas continuamente en escena. Adorable casi siempre y odioso en ocasiones. Quizá le falta un poco de evolución. El resto del reparto le acompaña correctamente. Marcial Álvarez, y Mabel del Pozo son los padres y me gustó especialmente Lara Grube como su profesora terapeuta, fundamental en la narración dramática. El resto de actores se desdobla en varios personajes.
El director, Jose Luis Arellano, es fundador junto con Davis Peralto de La Joven Compañía, considerado uno de los fenómenos teatrales más interesantes de las últimas temporadas, que participa en este montaje. En sus comienzos, la compañía puso en escena Punk Rock, otro texto de Simon Stephens, quien quedó tan satisfecho que ahora ha cedido a Arellano en exclusiva la obra.
En general creo que es mucho más interesante el montaje que la obra en si, cuyo conflicto me pareció demasiado simple y a la que le vendría bien una menor duración. En mi opinión, el epílogo donde Chris explica la resolución de un sencillo problema aplicando el teorema de Pitágoras, no solo no aporta nada sino que es un paradigma de lo que es la obra. Si el chico tiene esa gran facilidad para las matemáticas, no debe demostrarlo resolviendo algo tan sencillo.
En algún momento me vino a la memoria otra obra con un personaje discapacitado, El cojo de Inishmaan, de cuya trama, guardo mejor recuerdo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario