Escrita en 2005 por el autor escocés David Harrower y presentada en el festival de Edimburgo, Blackbird ha conseguido diferentes premios desde entonces y ha contado el año pasado en Broadway con intérpretes tan conocidos como Michelle Williams (Manchester frente al mar) y Jeff Daniels. También existe una versión cinematográfica con Rooney Mara y Ben Mendelsohn, no estrenada en España.
La obra se presentó en el Teatro Lliure de Barcelona, en catalán, con dirección de Luis Pasqual interpretada por Bea Segura y Jordi Bosch. Ahora nos llega por empeño especial de Irene Escolar, enamorada del personaje femenino, con dirección de Carlota Ferrer y con José Luis Torrijo como antagonista.
La acción transcurre en la “sala de descanso” de un almacén en las afueras de una ciudad. Allí se reencuentran Ray y Una. Quince años antes, cuando él tenía cuarenta y ella doce, tuvieron una relación que repugna. Tras consumarla, planearon huir juntos, pero la fuga salió mal. Tras seis años de cárcel, Ray ha cumplido ante la sociedad y recompuesto su vida. Nuevo nombre, nueva familia, nuevo trabajo, muy lejos de donde todo sucedió. Ella no lo ha logrado. Le reconoce en una foto, le localiza y se presenta en el almacén. Ray la lleva a esa sala vacía para ocultarla de sus compañeros y tratar de deshacerse de ella. ¿Qué quiere Una, después de tanto tiempo?
El autor desarrolla el diálogo de forma en que nos crea la duda de hasta que punto se trata de un abuso y no de una auténtica relación amorosa. Ray se justifica y trata de dejar claro ante Una (y ante el espectador) que no es un caso de pederastia y abuso y que fue una relación amorosa consentida. Y nos preguntamos hasta que punto es sincero o si miente a Una y a sí mismo.
Bien dialogada y con dos muy buenos y entregados intérpretes. A Jose Luis Torrijo no le recordaba aunque ganó un Goya hace años por La soledad. Irene Escolar (Goya revelación el año pasado) es ya toda una realidad y se muestra como digna sucesora de los Gutiérrez Caba.
La puesta en escena trata de diferenciar entre el presente y el pasado mediante dos diferentes niveles en el escenario y la utilización de micrófonos cuando revivimos lo ocurrido quince años atrás. Un recurso que se me antoja innecesario. También recurre a una canción de Robbie Williams, Angel, cantada en inglés por Ray, cuya letra debería ser subtitulada. Esta canción y un baile posterior parece que tratan de unir pasado y presente en una sensación de ensueño compartido. Personalmente me pareció agradable pero no muy eficaz y rompe un poco con los dos tercios anteriores de la obra, para llegar a un final un poco forzado y claramente abierto que no nos aclara más que el desamparo emocional en que sigue Una.
En cualquier caso me pareció interesante y recomendable. Me gustó
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