Presentada en el pasado Festival de Cannes, donde algunos consideraron que merecía la Palma de oro. Está dirigida por Jim Jarmusch un veterano y prestigioso director y guionista, referente del cine independiente americano del que no recuerdo haber visto ninguna de sus películas aunque este es su decimosegundo largometraje.
Paterson es un conductor de autobús en la ciudad de Paterson, Nueva Jersey. Cada día, Paterson sigue la misma simple rutina: hace su ruta diaria, observando la ciudad a través de su parabrisas y oyendo fragmentos de conversaciones fugaces; escribe poemas en un cuaderno; saca a pasear al perro; va al mismo bar a tomarse siempre una cerveza; y se va a casa con su esposa, Laura.
Por el contrario, el mundo de Laura es cambiante. Cada día le surge un nuevo proyecto. Paterson ama a Laura y ella le ama a él. Él apoya sus nuevas ambiciones; ella ensalza su don para la poesía.
La película contempla silenciosamente los triunfos y derrotas de sus vidas diarias, recreándose en la poesía que surge en los más pequeños detalles.
Según su director, es una historia que transcurre en una semana y donde sus personajes principales no tienen ningún conflicto dramático real. La estructura es simple, siguiendo tan solo los siete días en las vidas de ambos, pretende
ser una celebración de la poesía de los detalles, las variaciones y las interacciones diarias, así como una especie de antídoto del cine oscuro, dramático u orientado a la acción. Es una película hecha para que uno se deje llevar en sus aguas, como las imágenes desde la ventana de un autobús público, moviéndose como una góndola mecánica a través de una ciudad pequeña y olvidada.
Aunque es muy hermosa la relación de Paterson con Laura, su rutina como pareja, su amor, las victorias y derrotas de ambos y la forma en que la poesía surge para él hasta en los más pequeños detalles del día a día que van dando forma a la película y aunque nos ofrece un pequeño fresco de la vida que se desarrolla a su alrededor, lo que pasa es que está tan falta de conflicto dramático que, si no consigue engancharte (lo que me ocurrió a mi) puede resultar un tanto sosa e incluso aburrida.
Tampoco la anodina figura del protagonista, Adam Driver, al que han premiado por esta interpretación, y que está de moda, consiguió interesarme. Me gustó e interesó mucho más el personaje de Laura, interpretado por Golshifteh Farahani, una actriz iraní.
Una película que necesita de una sensibilidad especial para apreciarla, una sensibilidad que yo, al menos cuando la vi, no tenía.
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