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Sofia Kovalevsky |
Antes del siglo XX, es muy difícil encontrar mujeres matemáticas en unas sociedades en las que el papel atribuido a la mujer, y por tanto su educación (incluso en las clases privilegiadas) las impedía acercarse al universo científico, limitándose a una cultura musical y literaria, en el mejor de los casos. Las contribuciones de la mujer al mundo de las matemáticas tienen pues mayor valor, porque se produjeron en entornos adversos, e incluso hostiles.
Cuando tecleas en Google
“Mujeres matemáticas” obtienes una respuesta mínima. Según la página que
visites, probablemente te sobrarán dedos para contarlas. Aparte Teano, discípula y esposa
de Pitágoras, en el siglo VI a.C. e Hipatia en el siglo V d.C. (popularizada
por la película Ágora de Amenabar), hay que llegar al siglo XVIII para
encontrar en Francia a Emile de Chatelet y a Sophie Germain, o en Italia a
María Gaetana Agnessi, y ya en el siglo XIX a Ada Lovelace en Inglaterra y
Maria Somerville en Escocia. Todas ellas tienen en común la dificultad de ser
valoradas, de poder acceder al mundo de la ciencia, por ser mujeres. Maria
Gaetana Agnessi llegó a enseñar en la cátedra de matemáticas de la universidad
de Bolonia, pero fue en sustitución de su padre, enfermo.
En 1850 nace en Rusia Sofía Kovalevsky, una de las vidas más fascinantes de la historia de la ciencia. Una vida emocionante, trágica y brillante en la que destacó como escritora y defensora de los derechos de la mujer. Pero ante todo, como una gran matemática.
Su esfuerzo por obtener
la mejor educación posible contribuyó a abrir las Universidades a las mujeres.
Además sus trabajos hicieron que muchos de los matemáticos de la época
perdieran sus prejuicios sobre la inferioridad de las mujeres en las diferentes
disciplinas científicas.
Ella contemplaba las
matemáticas como una ciencia superior, misteriosa, que ofrece a sus iniciados
un mundo nuevo y maravilloso inaccesible al común de los mortales.
Cuando tenía catorce
años aprendió de forma autodidacta trigonometría para poder comprender la
sección de óptica de un libro de física. Cuando acabó la educación escolar,
quiso ir a la universidad. Pero las universidades que admitían a mujeres
estaban en el extranjero y para poder viajar contrajo “matrimonio blanco” con
Vladimir Kovalevsky. Cuando decidió seguir sus estudios con el profesor
Weierstrass, uno de los más importantes matemáticos de la época, en la universidad de Berlín, tuvo que vencer
sus reticencias y demostrarle su capacidad. Trabajó con él durante cuatro años.
Sofía reconoció que estos estudios tuvieron influencia decisiva en su carrera
como matemática.
En 1874 se doctoró en
matemáticas por la Universidad de Gotinga, pero pese a ello y la ayuda de
Weiertrasse no pudo conseguir trabajo y abandonó las matemáticas volviendo a
Rusia con su esposo, con el que, rota la blancura de su matrimonio, tuvo una
hija. En 1880 volvió a sus trabajos de
matemáticas. Abandonó a su marido y volvió a Berlín, donde tuvo noticia de su
suicidio como consecuencia de problemas económicos.
En 1883, su suerte
cambió al recibir una invitación de otro ilustre matemático, Mittag-Leffler, exalumno
de Weistrasse, para ocupar plaza de profesora en la Universidad de Estocolmo.
Al principio, a tiempo parcial y con carácter temporal, pero en los cinco años
siguientes Sofía probó suficientemente su valía. Asentó su posición en la Universidad
y en 1985 fue propuesta para ocupar una cátedra.
En 1887 moría su hermana
Anya, con la que siempre había estado muy unida, lo que la volcó aún más en las
matemáticas. En 1888 presento su artículo Sobre
la rotación de un sólido en torno a un punto fijo al premio Bordin,
convocado por la Academia francesa de la ciencia. El artículo fue tan bien
valorado que no solo ganó el premio sino que su dotación aumentó de 3000 a 5000
francos. Tras el premio, el Presidente de la Academia, declaró Nuestros miembros afirman que su artículo no
solo muestra sabiduría para profundizar y ampliar el conocimiento, sino una
mente con gran inventiva.
Su relación con el
sociólogo Maxim Kovalevsky marcó sus últimos años. Sofía dividió su tiempo
entre Francia, donde residía Maxim, y Suecia. Y fue en el regreso de una estancia
con Maxim en Génova y la Costa Azul, cuando
enfermó y murió.
De todo esto nos habla
Alice Munro en su narración Demasiada
felicidad en la que con excelencia
literaria y extraordinaria eficacia, nos acerca al mundo de esta poco conocida
mujer, despertando , al menos en mi caso, el deseo de conocerla mejor.
Su legado:
Teorema de Cauchy-
Kovalevsky, sobre ecuaciones diferenciales.
El día "Sonia
Kovalevsky" sobre Matemáticas, en los High School de Estados Unidos es un
programa de la Asociación de Mujeres en Matemáticas (AWM), que promueve la
financiación de talleres en los Estados Unidos para alentar a las niñas a
explorar las matemáticas.
La Conferencia Sonia
Kovalevsky es patrocinada anualmente por la AWM, y tiene por objeto destacar
las contribuciones significativas de las mujeres en los campos de la matemática
aplicada o computacional.
Un cráter lunar fue
nombrado cráter Sofía Kovalevsky en su honor. (Es habitual dar el nombre de
grandes matemáticos a los cráteres lunares)
La Fundación
Alexander von Humboldt de Alemania otorga un premio bi-anual llamado Sofia
Kovalevskaya a prometedores jóvenes investigadores de todos los campos.
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