miércoles, 15 de enero de 2014

Trabajo sobre Demasiada felicidad.

Sofia Kovalevsky

Antes del siglo XX, es muy difícil encontrar mujeres matemáticas en unas sociedades en las que el papel atribuido a la mujer, y por tanto su educación (incluso en las clases privilegiadas) las impedía acercarse al universo científico, limitándose a una cultura musical y literaria, en el mejor de los casos. Las contribuciones de la mujer al mundo de las matemáticas tienen pues mayor valor, porque se produjeron en entornos adversos, e incluso hostiles.
Cuando tecleas en Google “Mujeres matemáticas” obtienes una respuesta mínima. Según la página que visites, probablemente te sobrarán dedos para contarlas. Aparte Teano, discípula y esposa de Pitágoras, en el siglo VI a.C. e Hipatia en el siglo V d.C. (popularizada por la película Ágora de Amenabar), hay que llegar al siglo XVIII para encontrar en Francia a Emile de Chatelet y a Sophie Germain, o en Italia a María Gaetana Agnessi, y ya en el siglo XIX a Ada Lovelace en Inglaterra y Maria Somerville en Escocia. Todas ellas tienen en común la dificultad de ser valoradas, de poder acceder al mundo de la ciencia, por ser mujeres. Maria Gaetana Agnessi llegó a enseñar en la cátedra de matemáticas de la universidad de Bolonia, pero fue en sustitución de su padre, enfermo.

En 1850 nace en Rusia Sofía Kovalevsky, una de las vidas más fascinantes de la historia de la ciencia. Una vida emocionante, trágica y brillante en la que destacó como escritora y defensora de los derechos de la mujer. Pero ante todo, como una gran matemática.
Su esfuerzo por obtener la mejor educación posible contribuyó a abrir las Universidades a las mujeres. Además sus trabajos hicieron que muchos de los matemáticos de la época perdieran sus prejuicios sobre la inferioridad de las mujeres en las diferentes disciplinas científicas.
Ella contemplaba las matemáticas como una ciencia superior, misteriosa, que ofrece a sus iniciados un mundo nuevo y maravilloso inaccesible al común de los mortales.
Cuando tenía catorce años aprendió de forma autodidacta trigonometría para poder comprender la sección de óptica de un libro de física. Cuando acabó la educación escolar, quiso ir a la universidad. Pero las universidades que admitían a mujeres estaban en el extranjero y para poder viajar contrajo “matrimonio blanco” con Vladimir Kovalevsky. Cuando decidió seguir sus estudios con el profesor Weierstrass, uno de los más importantes matemáticos de la época,  en la universidad de Berlín, tuvo que vencer sus reticencias y demostrarle su capacidad. Trabajó con él durante cuatro años. Sofía reconoció que estos estudios tuvieron influencia decisiva en su carrera como matemática.
En 1874 se doctoró en matemáticas por la Universidad de Gotinga, pero pese a ello y la ayuda de Weiertrasse no pudo conseguir trabajo y abandonó las matemáticas volviendo a Rusia con su esposo, con el que, rota la blancura de su matrimonio, tuvo una hija. En 1880  volvió a sus trabajos de matemáticas. Abandonó a su marido y volvió a Berlín, donde tuvo noticia de su suicidio como consecuencia de problemas económicos.
En 1883, su suerte cambió al recibir una invitación de otro ilustre matemático, Mittag-Leffler, exalumno de Weistrasse, para ocupar plaza de profesora en la Universidad de Estocolmo. Al principio, a tiempo parcial y con carácter temporal, pero en los cinco años siguientes Sofía probó suficientemente su valía. Asentó su posición en la Universidad y en 1985 fue propuesta para ocupar una cátedra.
En 1887 moría su hermana Anya, con la que siempre había estado muy unida, lo que la volcó aún más en las matemáticas. En 1888 presento su artículo Sobre la rotación de un sólido en torno a un punto fijo al premio Bordin, convocado por la Academia francesa de la ciencia. El artículo fue tan bien valorado que no solo ganó el premio sino que su dotación aumentó de 3000 a 5000 francos. Tras el premio, el Presidente de la Academia, declaró Nuestros miembros afirman que su artículo no solo muestra sabiduría para profundizar y ampliar el conocimiento, sino una mente con gran inventiva.
Su relación con el sociólogo Maxim Kovalevsky marcó sus últimos años. Sofía dividió su tiempo entre Francia, donde residía Maxim, y Suecia. Y fue en el regreso de una estancia con Maxim en  Génova y la Costa Azul, cuando enfermó y murió.
De todo esto nos habla Alice Munro en su narración Demasiada felicidad  en la que con excelencia literaria y extraordinaria eficacia, nos acerca al mundo de esta poco conocida mujer, despertando , al menos en mi caso, el deseo de conocerla mejor.
Su legado:
Teorema de Cauchy- Kovalevsky, sobre ecuaciones diferenciales.
El día "Sonia Kovalevsky" sobre Matemáticas, en los High School de Estados Unidos es un programa de la Asociación de Mujeres en Matemáticas (AWM), que promueve la financiación de talleres en los Estados Unidos para alentar a las niñas a explorar las matemáticas.
La Conferencia Sonia Kovalevsky es patrocinada anualmente por la AWM, y tiene por objeto destacar las contribuciones significativas de las mujeres en los campos de la matemática aplicada o computacional.
Un cráter lunar fue nombrado cráter Sofía Kovalevsky en su honor. (Es habitual dar el nombre de grandes matemáticos a los cráteres lunares)
La Fundación Alexander von Humboldt de Alemania otorga un premio bi-anual llamado Sofia Kovalevskaya a prometedores jóvenes investigadores de todos los campos.


No hay comentarios:

Publicar un comentario