miércoles, 14 de agosto de 2019

Cine: UTOYA 22 DE JULIO


El 22 de julio de 2011, un campamento de verano dedicado a estudios políticos en la isla de Utoya, cercana a Oslo, al que asistía un grupo de más de 500 jóvenes,  fue atacado por un hombre armado que unas horas antes había hecho explotar una bomba en un edificio gubernamental. Este tremendo atentado, cometido en un pais estable y seguro, supuso una enorme conmoción. 

Erik Poppe, director y productor de quien pudimos ver hace un par de años, La decisión del Rey, ha llevado a la pantalla lo ocurrido en la isla a lo largo de algo más de 70 minutos. Según sus palabras, el propósito de la película no es analizar los sucesos que ocurrieron el 22 de julio sino expresar las emociones y la angustia de las personas que estaban allí tan directamente como fuera posible. Representar a través de los ojos de la joven que centra la narración, lo que ocurrió en Utoya. Transmitir la complejidad del caso respetando lo que realmente sucedió.

No es el único cineasta que ha tratado el tema, Paul Greengrass (Capitán Philips, United 93, Domingo sangriento y varias de la saga Bourne) ha dirigido para Netflix 22 de julio, donde ofrece la misma historia desde un punto de vista diferente.




En forma de falso documental, la cámara sigue de cerca, en un largo plano secuencia, a Kaja, una joven de 18 años (personaje ficticio), desde poco antes de que se empiezan a escuchar los disparos en el campamento de Utoya. Los jóvenes acampados saben de la bomba explosionada por un terrorista en Oslo, pero desconocen que éste se encuentra en la isla con la intención de matar a cuantas más personas mejor.

En una decisión arriesgada, el director opta por contarnos lo ocurrido mediante una cámara que acompaña a Kaja a lo largo de todo el tiempo de duración del ataque terrorista. Pero no es una cámara subjetiva, en cuanto que se mueve de forma independiente de la joven, permitiéndonos en ocasiones ver imágenes que la joven no puede ver desde donde está escondida. Es como si la cámara no fuera posible objetivo del tirador y, por lo tanto, no tiene porque esconderse. Como digo, una decisión arriesgada que personalmente no terminó de convencerme. 

A lo largo del mismo tiempo que duró el atentado, la película logra transmitirnos las emociones, la desesperación, el miedo, la preocupación, la angustia, la indefensión de Kaja y un pequeño grupo de jóvenes que la acompañan en bastantes momentos, ante una situación sobre la que lo desconocen todo. Y también algunos momentos de egoísmo e insensibilidad. Con el añadido dramático de la búsqueda por parte de Kaja de su hermana de la que estaba separada en el momento del ataque y un par de conversaciones, a través del móvil, con su madre. Lo malo de esto es que sabemos que es la recreación de unos hechos reales, sabemos lo que ocurrió, de lo que se trataba, con lo que aunque nos traslada las emociones, en el fondo sabemos como y cuando va a terminar, lo que quita dramatismo a la experiencia.

En cualquier caso la experiencia es muy interesante y sobrecogedora.

Dice el director que el terrorista de los ataques del 22 de julio de 2011 hizo lo que hizo inspirado por todo el discurso de odio que hoy ya circula libremente por internet. El agresor fue un hombre de extrema derecha opuesto a la política del gobierno de aceptar a los inmigrantes. "Creía de verdad en toda esa mierda y sentía que tenía la misión de transformar esas palabras en acción. Sentíamos que era importante enseñar al mundo hacia dónde conduce el discurso del odio. Porque recordando lo que pasó también mostramos que ese discurso es peligroso. Es imprescindible una Europa unida para vencer al discurso del odio". Aunque estoy de acuerdo, creo que esto es algo aplicable a cualquier tipo de ataque terrorista, sea cual sea la posición ideológica. Es tan terrible la postura del autor de este ataque, declarando que lo volvería a hacer, como la de homenajear a asesinos que salen de la cárcel tras cumplir condena.

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