Con su primera película, Hereditary, Ari Aster ha sido saludado como el gran renovador del género de terror. Hereditary es una historia de posesión demoníaca que enlaza con alguno de los grandes títulos como El exorcista y La semilla del diablo, muy recomendable para los amantes del género. A sus 33 años se ha convertido en uno de los directores más interesantes y prometedores de este tipo de cine.
Dani (Florence Pugh) una joven estadounidense, ha sufrido la trágica perdida de sus padres y hermana en extrañas circunstancias y su relación con Christian esta en crisis cuando acude con él y unos amigos al Midsommar, un festival de verano que se celebra cada 90 años en una aldea remota de Suecia. Lo que comienza como unas vacaciones en un lugar en el que el sol no se pone nunca, poco a poco se convierte en una oscura pesadilla cuando empiezan a participar en los extraños rituales de los aldeanos anfitriones.
La película sigue el esquema típico (y tópico) de este tipo de películas, pero eso si, nos ha dejado previamente un prólogo inquietante sobre la muerte de los padres y la hermana de Dani. Después, la inmersión de un grupo de estadounidenses jóvenes y modernos en el entorno de un rincón remoto del norte de Suecia, donde una inquietante comunidad celebra una serie de rituales que tienen lugar una vez cada siglo durante un festival de verano . La racionalidad americana enfrentada a rituales de una comuna aislada, con afición por los vestidos blancos, las coronas de flores, las runas medievales y rituales paganos que descubrirán un tanto crueles. Aunque detrás de todo esto lo que se nos cuenta, según el director, es el declive de una relación a través de la lente de un perverso cuento de hadas.
Tengo que decir que la historia no consiguió interesarme especialmente, aunque su realización se muestra muy cuidada en todos los aspectos. Formalmente es algo pretenciosa, con algunos momentos extraordinarios. Y consigue crear situaciones de angustia sin recurrir apenas a imágenes truculentas. Es un terror en espacios abiertos y luminosos. Pero la historia en si, me resultó muy difícil de tragar, algo que, de todas formas, me suele ocurrir con las películas de este género. Es complicado intentar aplicar racionalidad a historias de este tipo.
Se ha dicho que la película conecta con algunos clásicos, por ejemplo El hombre de mimbre (1971, Robin Hardy), que desconozco. Yo encontré referencias que van desde Brigadoon (1954, Minelli) hasta El resplandor (1980, Kubrick). Pero hay que reconocer la personalidad y el cuidado narrativo mostrado por el director en ésta, que por otra parte encontré excesivamente larga, dos horas y media, aunque parece que la primera versión se acercaba a las cuatro horas.
Película más interesante en el recuerdo y el análisis que durante su visionado, en la que destaca la protagonista, Florence Pugh a la que hemos podido ver en Lady Macbeth y la recomendable serie de TV La chica del tambor.
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