lunes, 25 de mayo de 2015

El monólogo de Molly Bloom. Las infidelidades de Leopold.

Molly adivina que Leopold ha tenido una relación sexual ese día. Sí. El lo ha hecho en algún sitio, estoy segura por ese apetito. De todos modos no es amor, o si no no comería pensando en ella, así que o ha sido con una de esas mujeres de por la noche o si no habrá sido cualquier putilla con la que se ha enredado en algún sitio o la ha pescado a escondidas.

Eso le da pie a recordar sus posibles infidelidades con otras mujeres.
Hacerse el interesante con esa vieja bruja de la sra. Riordan que él se imaginaba que la tenía en el bote. Tendríamos en seguida en el asunto una enfermera del hospital o a lo mejor una monja como la de la foto indecente que tiene. Una vez o dos tuve sospechas  al hacerle que se me acercara cuando le encontré el pelo largo en la chaqueta, sin contar la vez que entré en la cocina y él haciendo como que bebía agua. Todo fue culpa de él, claro, echando a perder a las criadas. y luego proponiendo  que la dejáramos comer a nuestra mesa en Navidad. Insinuándome que yo saliera para  quedarse solo con ella.

Molly se debate entre justificar a su hombre,
todos los hombres se ponen un poco así a su edad, él no podría pasarse sin eso tanto tiempo,
y  pensar que todas le quieren conquistar
Cuando se torció un pie, la solterona Srta. Stack  le llevó flores, cualquier cosa con tal de meterse en la alcoba de un hombre. Las mujeres siempre tratan de ir a parar a eso e insistir en ello cuando él está allí. Sus ojos maliciosos, guiñando un poco, haciéndose el indiferente cuando ellas salen con algo semejante

Y pretende aparentar que no le importa lo que haga aunque está claro que no soporta que le engañe:
No es que me importe un pito con quien lo hace ni a quien había conocido antes, aunque me gustaría averiguarlo. Con tal que no los tenga a los dos delante de las narices todo el  tiempo como aquella sinvergüenza, la Mary, que tuvimos en Ontario Terrace poniéndose rellenos en el trasero para excitarle. Ya está mal sentir el olor de esas mujeres pintadas.  Vi también que se le hinchaba la cara de rabia cuando la despedí. Yo no le podía ni tocar de pensar que andaba con una asquerosa embustera descarada, una sucia como esa, negándomelo en la cara.

Mary le conoce mejor que nadie
Si le conocieran tan bien como yo. Anteayer estaba garrapateando algo como una carta cuando entre en la salita y él lo tapó con el secante, así que muy probablemente eso era para alguna que se imagina que le ha conquistado.




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